Ante todo, mucha calma
Resuelta curioso constatar como dos motivos radicalmente opuestos pueden generar idénticas consecuencias. En el terreno deportivo, esta aparente sin razón se lleva hasta sus últimas instancias. Si tu equipo de fútbol gana, la autoridad competente hace la vista gorda mientras le prendes fuego a la ciudad. Si tu equipo pierde, ¿quién te va a afear la conducta por encauzar tu rabia hacia la piromanía urbana?. Supongo que esa es la forma más humana de comportarse, pero me disculparán si no la entiendo.Aunque, como barcelonés, estoy acostumbrado a ver siempre al presidente azulgrana llorando como una Magdalena (de alegría cuando gana el Barcelona, de tristeza cuando pierde), no comprendo muy bien la sobreactuación de los hinchas ante las victorias y las derrotas.
Tal vez se deba a que aún conservo en la retina las imágenes dantescas de aquella turba semidesnuda que consumía litronas Junto a la Cibeles tras el último triunfo de la selección española en el Mundial.
Uno, de natural, se alegra de los éxitos nacionales en cualquier terreno, pero, que yo sepa, a nadie se le ocurrió mutilar una estatua cuando le dieron el Oscar a Fernando Trueba por Belle Epoque. Yo mismo, aunque estoy encantado por la edición de los cuentos completos de Julio Ramón Ribeyro, no he sentido la tentanción de celebrarlo volando con Goma-2 el monumento a Maciá de la plaza de Catalunya (aunque no falten motivos para acabar con semejante adefesio).
Escribo estas líneas unas horas antes de que España se enfrente a Italia. Como español, deseo que gane mi equipo. Pero como ser humano tiemblo ante lo que pueda suceder sea cual sea el resultado. Y es que tanto si ganamos como si, perdemos, las masas pueden verse en la obligación de hacer algo al respecto. Pongamos que España ha pasado a las semifinales. ¿Qué mejor manera de festejarlo que- saqueando los grandes almacenes, las tiendas de electrodomésticos, el Museo del Prado y la Fundación Thyssen (con lo brutos que son algunos hinchas son capaces hasta de llevarse los cuadros de Macarrón)?
Pongamos que España ha sido derrotada por España. Eso ya ha podido ser el acabose. La rabia se habrá tenido que desahogar de alguna manera. Por ejemplo, asaltando el Palacio de la Moncloa y obligando al presidente a comerse, uno tras otro, todos sus bonsais. Y sólo porque estamos a domingo se habrá librado la clase política de la toma del Congreso por las huestes de descamisados (seguida del lanzamiento del Gobierno en pleno a las aguas del Manzanares)...
Supongo que exagero y que mientras ustedes leen esto España sigue siendo. el habitual remanso de paz, tranquilidad y aburrimiento. Supongo que debo seguir traumatizado por lo del brazo de la Cibeles. ¿Pero sería mucho pedir que se celebraran las victorias y se lamentaran las derrotas en casa, con los amigos, pillando una discreta tajada? ¿Tan divertido o tan consolador resulta gritar, tocar la bocina, hondear banderas, bañarse en las fuentes públicas y destrozar monumentos?
Este miércoles se estrena en Barcelona Bad lieutenant, de Abel Ferrara, una película que llevo mucho tiempo esperando ver. Tanto si me gusta como si no, que nadie se extrañe si me lanzo a la calle a hacer el animal. El que avisa no es traidor.
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