_
_
_
_
_
MUNDIAL 94

España cayo con el fútbol de su lado

El último minuto siempre es italiano: Baggio marcó cuando Ita

Santiago Segurola

lia estaba entregada

Todo el honor para España en un partido memorable. Pero el último minuto siempre es italiano. Roberto Baggio, que había pasado como un espectro por el partido, apareció para matar cuando el encuentro se iba a la prórroga y los italianos se agarraban a su travesaño. La selección española cayó con grandeza y con el fútbol de su lado. Nada se puede reprochar a un equipo que dejó para el recuerdo una actuación soberbia y emotiva. El fútbol español salió reivindicado del Mundial. El resultado importa, pero alguien tuvo el derecho a decir en el vestuario: "Hemos perdido, pero les hemos dado un baile". Y eso nadie lo olvidará.

Fue un día para profesionales, como había diagnosticado Bakero. Se siguió una corriente muy táctica, con mucha atención a los pequeños detalles, quizá porque esta clase de duelos se deciden con un detalle. Eso ocurrió con el gol de Baggio, una de las pocas jugadas limpias que produjo el partido. Esta vez, la defensa española no pudo tapar los espacios y permitió la apertura de la pelota hasta el medio centro de la selección italiana, un jugador con un poder devastador en el juego alto y en los tiros largos. El gol se intuyó antes del remate. Dino Baggio ya estaba perfectamente perfilado, con la perspectiva perfecta y el pie cargado. Gol, naturalmente. Allí estaba el detalle que parecía decisivo en el partido.

Esa escena fue cubierta por el ropaje que podía esperarse. Durante todo el Mundial, Italia y España han jugado de forma muy medida, sin excesos pero con la categoría que dan unos jugadores curtidos en dos campeonatos muy exigentes. Se medían dos equipos cancheros, con recursos para sacar petróleo de la paciencia, de una distracción, de cualquier circunstancia favorable. A eso llamaba Bakero un partido para profesionales. En consecuencia, el encuentro fue de una gran intensidad, con algunos momentos sombríos, pero extraordinariamente interesante.

España, que habitualmente ha mirado con demasiado respeto al fútbol italiano, no fue víctima de ningún complejo. Se miró de frente con su rival y saco ventaja en todos los apartados del juego. Fue mejor con la pelota y sin ella; tuvo el control del juego y la habilidad para desmontar una y otra vez el fútbol italiano. Todo eso ocurrió antes y después del gol. Cada minuto del partido sirvió para desmitificar el trabajo de Sacchi sobre su equipo. Italia se tapó como pudo, con pocos recursos, un catenaccio en todo regla, nada sofisticado. La vieja Italia, con la vista en el contra golpe, la fortuna y la habilidad de tal o cual jugador. Esperó durante todo el partido a Baggio, y al final llegó el chico. Decidió el partido, pero Alkorta le redujo a la categoría de jugador normal, habilidoso y con algo de ángel en el campo. Es bueno, pero está muy lejos de los grandes.

. Sacudida por el gol, la selección española jugó con una entereza formidable, la fibra moral que tantas veces ha faltado ante los equipos italianos. En algunos momentos, su actitud tuvo una veta extraordinariamente emotiva. Se reunían el sufrimiento, la voluntad y la convicción. Y en medio, el bueno juego. Había criterio en mitad de la agonía. La pelota viajaba bien, con sentido, sin abandonarse al pelotazo. Entonces comenzó la crecida. España tomó el partido y buscó la victoria hasta el final, en uno de los partidos más vibrantes que ha ofrecido en los últimos años.

El gol de Caminero condujo el partido a un escenario insospechado. De repente se vio a la Italia decepcionante, temerosa, muy por debajo de su prestigio. Resultó sorprendente observar cómo cada jugador español parecía superior a su adversario y cómo cada italiano se reducía hasta parecer vulgar. Finalmente sólo les quedó el cerrojazo y la suerte. En realidad, lo único que tuvo es fortuna.

La marejada española en la segunda parte fue escandalosa. Italia apenas pudo juntar tres pases. Se quedó sin el balón, ex puesta a las decisiones de los futbolistas españoles. Y en este punto, es necesario decir que la selección trabajó con un criterio excelente, a pesar de la ausencia de un tiralíneas como Guardiola. Hubo un momento donde se cayó en el éxtasis. Vinieron en tonces las oportunidades para Goikoetxea y una monumental de Salinas ante Pagliuca. Pero el gol no se concretó. El duelo era español, pero una vez más Italia se reservó la última bala. No fue una casualidad. Italia lo ha he cho en cada partido. El fútbol, el honor y la grandeza fue de la se lección española.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_