_
_
_
_
MUNDIAL 94

Desafío al destino

Un disparo de Branco permite derrotar a Holanda y lleva a Brasil a las semifinales

Dallas presenció, un desafío al destino, a los fantasmas y a los tópicos. No se trató de un tiempo para cada equipo sino de un tiempo para los dos equipos. Tres cuartos de hora de tanteo y un segundo asalto dedicado a las pegadas fuertes.En el primer periodo Holanda hizo lo que pocas selecciones europeas serían capaces de hacer. Igualaron a Brasil en la posesión de la pelota. La técnica de Winter, Rijkaard y Jonk en el centro del campo era una garantía de salida ante una selección canarinha que utilizó a cinco hombres para ejercer un fuerte pressing en zonas muy adelantadas y apretaba de una forma muy agresiva a los holandeses más adelantados, Overmars, Bergkamp y Van Vossen.

El resultado de la aniquilación mútua fue un primer tiempo que casi llegó a aburrir. Ninguna de las dos defensas dudó en recurrir al portero para garantizar una salida franca. Ninguna de las dos salas de máquinas logró generar suficiente potencia para mover sus hélices ofensivas. Y ninguno de los dos porteros sufrió sudores fríos o calurosos en una temperatura de 28 grados.

Carlos Alberto Parreira, sabiendo que partidos anteriores habían confirmado la brillantez individual de Romario y Bebeto como único y, según nuchos críticos brasileños, insuficiente armanento ofensivo, dio instrucciones para que Dunga, Mauro Silva y Zinho, preferido al desprestigiado Raí, proyectaran su juego más directamente hacia la portería holandesa. Brasil jugaba tenso, mirando nerviosamente a su alrededor temiendo ver a los espectros de la derrota inesperada que han aparecido en las pesadillas de tantas selecciones brasileñas.

El exorcista debió visitar el vestuario. En el segundo tiempo empezó el auténtico partido. Porque comenzó a jugar Brasil. Lo hizo sin buscar preciosismos y sin perpetuar la guerra de posesión en el centro del campo. Decidió buscar sin rodeos a Bebeto y Romario, considerándoles superiores a sus marcadores si los balones les llegaban, mientras Koeman estaba adelantado en apoyo del centro del campo. En 10 minutos la fábrica de goles produjo dos piezas maestras que aprecieron sentenciar un encuentro que, de repente, empezó a responder a expectativas y producir alternativas previstas en el guión.

Primero, Bebeto se escapó por el pasillo izquierdo del área holandesa, levantó sus ojos infantiles y acarició el pase con el interior del pie izquierdo. Pero llegó de bote pronto ante la carrera de Romario y su remate a medio salto fue una maravilla técnica que debería de ser inclusión obligatoria en vídeos educativos.

Cuatro minutos después, un tiro de Bebeto golpea en el poste. Dos minutos después De Goey se lanzó ante Romario para anular una ocasión clara. Y en el minuto 62 llegó la segunda joya pero tallada en una jugada polémica. Zinho dirigió un pase hacia Romario que, sabiéndose en un claro fuera de juego, se queda parado junto a su marcador. El juez de línea no reacciono y Bebeto se escapó en solitario para batir a De Goey con un precioso regate corto, tiempo para cambiar. el balón de pie y un simple empujón a la red. Con dos compañeros, unieron manos y las movieron como si mecieran una cuna en una dedicación mímica a Mateo,. el hijo nacido el pasado jueves.

Pero este Mundial no permite sentencias definitivas. Los brasileños, poseídos por la euforia y convencidos de estar en una semifinal por primera vez desde 1970, tendieron una invitación a los espectros con dos pecados infantiles. Primero permitieron que un inócuo saque de banda por la izquierda holandesa botara tres veces en su área para que Bergkamp marcara con una volea de izquierda. A falta de 14 minutos, hasta los seguidores holandeses se frotaron los ojos cuando un saque de esquina llegó en franquicia al área pequeña de Taffarel. El portero brasileño lo consideró presa tan fácil que hizo caso omiso de la cabeza, de Winter que apareció delante suyo para empatar el partido.

En aquel momento, Brasil era un equipo roto por la desolación y la incredulidad. Había gestos de pánico, de impotencia, de pérdida de fé y de posiciones vistas en Mundiales anteriores. Pero esta vez el exorcista fue Branco, el hombre que con entusiasmo y dureza había entrado en la alineación sólo a causa de la sanción de Leonardo. El polémico árbitro costarricense pitó una falta cerca del área holandesa. Escenario perfecto para que Branco desplegara su especialidad, la pegada brutal a balón parado con el pie izquierdo. Pero Brasil no puede marcar en este Mundial sin la colaboración directa o indirecta de Romario. Puso su cuerpo entre el zurdazo violento de Branco y los ojos De Goey. Lo apartó en el último microsegundo y provocó la reacción idéntica de su marcador. El balón dio con u ruido sordo en el poste y besó la red. Los brasileños se besaron. El fracaso, al menos, queda postergado hasta el próximo miércoles. Brasil prosigue con sufrimiento su dura lucha contra el destino.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_