“Derrotaremos al europesimismo”
Entrevista a Helmut Schmidt
Habla despacio. Y escucha, "más que de joven". Tiene 75 años, parece libre. Inspira el Die Zeit. Escribe. Acaba de recibir el honoris causa en la Universidad Menéndez y Pelayo de Santander. Ama a España, le apasiona Europa.
Pregunta. Usted critica la carencia de liderazgo como obstáculo para la construcción europea. ¿Qué puede aportar un nuevo presidente de la Comisión?
Respuesta.Es difícil que el presidente de la Comisión actúe como líder, sus poderes están bastante limitados. El liderazgo debe surgir de una cooperación entre los líderes nacionales, entre Francia, Holanda, España, Alemania, Italia... Es inverosímil que venga del Reino Unido: los británicos están instintivamente opuestos al conjunto del proceso de integración. La Unión Europea (UE) reposa en la voluntad de cooperación entre los líderes nacionales más destacados. Hoy no están volcados a la misión europea como tarea principal; ni siquiera piensan que sea su segundo o tercer deber, quizá a excepción de Kohl. Pero Kohl solo no puede acelerar las cosas. Además, se enfrenta a elecciones nacionales, y desde la unificación debe concentrarse en su país.
P. ¿Cuál es el perfil ideal para presidir la Comisión?
"Ningún país resolverá por sí solo el paro; esta idea sigue siendo válida
R. Jacques Delors era un gran presidente. Es difícil meterse en sus zapatos. Este cargo requiere cualidades técnicas: quien lo ocupe debe entender cómo funciona la economía, y sena aconsejable que dominase dos lenguas además de la propia. Y políticas: que tenga juicio autónomo, independiente de la opinión de su burocracia; que escuche a los técnicos, pero que tenga opinión propia; que mantenga hasta el fin sus propias decisiones, sin cambiarlas según sople el viento; y que sea capaz de convencer a los jefes de Gobierno, por habilidad o por la autoridad de sus argumentos. Pocas veces una persona reúne todo eso.
P. ¿Existe esa persona?
R. Existen. Delors. Hay otros. Pero algunos no parecen interesados porque optan por las tareas nacionales. González sería un buen presidente. Los gobiernos desearían que aceptase. Y lo sería mi amigo Giscard d'Estaing. Los errores de los Gobiernos alemán y francés antes de Corfú dificultan que afloren candidaturas.
P. Usted suele culpar de la mediocridad del liderazgo al impacto de lo audiovisual.
R. Los políticos se adaptan a las pretendidas necesidades de la televisión. Dan respuestas de medio minuto. En 30 segundos sólo puede construirse un titular, lo que es una declaración superficial. No hay argumentos.
P. ¿Hay soluciones?
Si España quiere, estará desde el principio en la moneda única
R. No lo sé. Puede que sí. Espero que los políticos acaben considerando inaceptable seguir dejándose corromper intelectualmente por la superficialidad de la televisión. Y que se distancien del, excesivo peso que ésta da al morbo y al escándalo, lo cual ofrece al público una imagen totalmente errónea y ridícula de la realidad. Así, quizá el remedio llegará por la vía del autocontrol de los medios, con soluciones variadas en cada país. Llegará, salvo en Italia, donde la televisión ya parece más importante que la clase política.
P. Hay otras corrupciones en la política más devastadoras, como se discute hoy en España.
R. La corrupción es un peligro del género humano y debemos luchar contra ella, reivindicar la moral. También hay periodistas corruptos, Debemos mirar las cosas con sentido de la historia. Mire usted a la Edad Media, cuente el número de papas corruptos. Mire las dictaduras, que son la corrupción como sistema. Yo sigo creyendo en el milagro español, en su transición y su estabilidad. El Rey, Adolfo Suárez y Felipe González han hecho un magnífico trabajo.
P. Desde Maastricht cunde el europesimismo.
R. Muchos ciudadanos están preocupados por la economía, por el paro. Buscan una escapatoria para esa situación. Y las instituciones europeas aparecen como chivo expiatorio. La gente culpa de las dificultades más bien a Europa que a su propio partido o su propio Gobierno. Hay una errónea desilusión respecto a Europa.
P. ¿Errónea?
R. Sí, errónea. Debería haber más desilusión por los Gobiernos nacionales. Hemos vivido periodos de pesimismo en, al menos, cinco ocasiones desde que se inició la integración. Derrotaremos esa desilusión, como la derrotamos antes. La idea de que ningún país europeo puede avanzar en solitario para resolver los grandes problemas como el paro, las guerras comerciales o las turbulencias monetarias, sigue y seguirá vigente.
P. ¿Puede manejarse una Europa a 16 sin reforma institucional previa?
R. No. Pero también necesitaríamos esa reforma si fuésemos sólo 12, o 9.
P. ¿Cree posible cumplir los plazos de Maastricht para la unión monetaria?
R. Es posible si disponernos de dos o tres líderes que tengan voluntad. ¿Es probable? Depende de si existen esos líderes, de si tomarán la iniciativa. Mi opinión es que hay un 50% de probabilidades.
P. Va cuajando la idea de las dos velocidades para la moneda única. Es preocupante.
R. No, no sería un drama en absouto.
P. En España dudamos más.
R. ¿Cuáles son sus dudas?
P. Sería más difícil para los países de cola atrapar a los de cabecera. Y en se periodo perderían oportunidades
R. Pero si España quiere, puede. Si los líderes españoles quieren, pueden incorporarse desde el principio. ¿Por qué quedar fuera?
P. Porque los datos macroeconómicos son peores en España, que está muy lejos de cumplir los requisitos de la convergencia.
R. Los requisitos del programa de convergencia son, en su conjunto, un absurdo. Se fue demasiado lejos y deben ser replanteados. Si se hubieran exigido generaciones atrás, Escocia nunca se habría incorporado al área de la libra, ni Sicilia a la de la lira. Estas condiciones de convergencia son un concepto erróneo. Algunos de los que lo plantearon lo hicieron con el objetivo secreto de imposibilitar la moneda única.
P. ¿Flexibilizarlos?
R. Si Benelux, Francia, España y Alemania acuerdan crear entre ellos una moneda común, sin condiciones, fuera del Tratado de Maastricht, ¿quién se lo prohibe? Estoy bastante convencido de que, sean cuales sean las circunstancias, estas cuatro condiciones de convergencia no van a mantenerse.
P. Pero, ¿cómo podría operar una moneda única en economías aún tan dispares?
R. ¿Cómo pudo hacerlo en el Reino Unido, que incorporó regiones desastrosas en Gales y Escocia, y otras zonas ricas en Londres, Kent? ¿Y en Italia? Y en España, ¿no se implantó la misma peseta y la misma política económica para todos? Igual que en Alemania.
P. Entonces, reduce usted el problema a un asunto más de voluntad política que de economía.
R. Sí, correcto.
P. Usted fue inspirador-fundador del G7 y de otros mecanismos de coordinación de políticas económicas que hoy se muestran insuficientes.
R. El G7 no es un instrumento de poder, sino un lugar de encuentro donde los líderes deben escucharse. Muy raramente ha tomado decisiones de coordinación. No es necesario, ni posible, tomar decisiones para coordinar la economía mundial. Era imposible incluso en los felices viejos tiempos en que el FMI aún funcionaba, hasta finales de los sesenta. Y es inverosímil ahora, en lo que me queda de vida a mí, a usted y a sus hijos. Es un tema para la segunda mitad del siglo XXI.
P. Cada vez más voces reclaman esa coordinación para afrontar la globalización.
R. Puede pensarse eso, pero hoy por hoy es idealismo.
P. Entonces estamos condenados a las tormentas monetarias y a las crisis de los mercados.
R. No use palabras ásperas. No estamos condenados a nada. Yo me daría por profundamente satisfecho si lográramos coordinar las políticas de tipo de cambio y monetarias entre las tres grandes monedas, el dólar, el yen y lo que debiera ser y aún no es el ecu europeo. Sería un enorme paso adelante. Vayamos paso a paso.
P. Líderes y opiniones públicas se vuelcan hacia su interior. Resurgen los nacionalismos, pequeños y grandes. ¿Sigue siendo válida la idea federal?
R. De momento tenemos un alto grado de cooperación entre Gobiernos nacionales y un cierto grado de poderes federalizados depositados en instituciones comunitarias como la Comisión. Es una mezcla insólita, quizá irrepetible, en la historia del mundo. No se puede calzar dentro de conceptos abstractos.
P. ¿Con qué ha disfrutado más, con la política o ahora, como periodista?
R. Cada tiempo tiene su afán. No obligue a este viejo a elegir entre sus nietos y su primer amor.
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