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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Foro mediterráneo

EL FORO de Alejandría supone una reactivación de los esfuerzos por crear una conferencia mediterránea capaz de aunar las visiones de países de ambas riberas de dicho mar para avanzar hacia unas relaciones de cooperación y un sistema de seguridad que confieran confianza a todas las partes interesadas. No sólo es positiva la iniciativa, es imprescindible. La idea inicial de este proyecto fue lanzada por España e Italia hace cuatro años en Palma de Mallorca, en una sesión especial de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).El estallido de la guerra del Golfo trastocó todas las premisas necesarias para tal proyecto. También otras realidades más generales la han obstaculizado. En la Unión Europea (UE), y sobre todo en las capitales de sus miembros nórdicos, el interés por los problemas mediterráneos es escaso. Y la concentración del interés en los problemas de la estabilidad de Europa oriental eclipsaron los ingentes problemas y las amenazas que se han acumulado en la cuenca mediterránea. Estos obstáculos persisten con otros que emanan de la tendencia francesa a considerar como cosa propia la relación con Túnez y Argelia, y su escaso deseo de que ésta se enmarque en una relación global con Europa.

Aunque la reunión de Alejandría nace de una iniciativa egipcia, la sustancia del proyecto se identifica con la idea italo-española de 1990. Ambas iniciativas deberán converger para su realización práctica. Se trata de intentar aplicar en la zona mediterránea los principios y experiencias que dieron buen resultado en el ámbito europeo en los años de la guerra fría. Recordemos que la primera CSCE se reunió en Helsinski en 1975, con la participación de los Estados comunistas y de una España que aún era franquista. A pesar de diferencias abismales, fue posible destacar principios comunes de respeto mutuo, de inmovilidad de las fronteras, e incluso de cooperación en temas económicos y de aplicación de los derechos humanos, que han desempeñado un efecto positivo en la evolución del continente europeo en una etapa difícil de su historia.

Es evidente que los problemas que necesitan debatir entre sí hoy los países mediterráneos son otros. Pero aquella iniciativa, con unas normas que creen confianza y percepción de intereses comunes entre países con regímenes completamente distintos, contiene experiencias de valor general que pueden ayudar al reforzamiento de los lazos entre países mediterráneos. Inmigración en Europa, explosión demográfica en el Magreb, tensiones entre Grecia y Turquía, guerra en los Balcanes, fundamentalismo, racismo, y lo que alimenta todas y cada una de las crisis, pobreza y subdesarrollo, hacen del Mare Nostrum una región con gran potencial de conflicto.

Los 10 países que se han reunido en Alejandría constituyen indudablemente un buen punto de partida para poner en marcha la preparación de una primera conferencia mediterránea. Al lado de seis países, europeos (Francia, Italia, Grecia, Portugal, España y Turquía), los otros tres países africanos (Egipto, Argelia y Túnez) tienen una gran representatividad.

Sin embargo, desde el principio se dibuja la necesidad de una ampliación, no exenta de obstáculos, de los participantes. Si los casos de Chipre y Malta se presentan fáciles, el de Libia, el de los países de la antigua Yugoslavia y el de Israel (con la ya existente zona autónoma palestina) exigirán una intensa preparación diplomática. La experiencia aconseja no querer imponer perfecciones por lo demás imposibles. La peor solución sería retrasar la puesta en marcha del proyecto por las insuficiencias iniciales.

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