sueños
La escena ocurrió cerca de la medianoche, en la víspera del partido frente a Alemania. Después de una larga tertulia con varios amigos, Clemente se cruza en el pasillo con un periodista. Algo lleva en la cabeza. Se para. La conversación surge de inmediato. Le brillan los ojillos. "Tengo una idea para mañana", dice. "Si me sale, pego un escopetazo". El periodista escucha. Sabe que el técnico trajina algo.Cinco días más tarde. El mismo escenario. Otra tertulia. "Me la jugué en el marcaje de Alkorta a Moeller. Pensé: si este tipo me saca a un delantero, yo le coloco a Alkorta sobre Moeller. Estuve temblando hasta que supe la alineación alemana. Si Vogts llega a alinear a otro delantero, Riedle o Voeller, me mata. Guardiola o Caminero se hubieran tenido que ocupar de Moeller, y por sus características habrían pasado un calvario. Pero lo mejor de todo es que finalmente metió a Voeller en la segunda parte y no se le ocurre mejor idea que sacar a Moeller del campo. Entonces dije, perfecto",
La reflexión de Clemente habla sobre su idea de entender la misión de un entrenador. Cuando apunta que Cruyff no es un táctico, viene a decir que prefiere a los entrenadores que están muy atentos a los contrarios, a las argucias tácticas, a los detalles. Clemente es de éstos. Cada partido está aislado del anterior. Es una historia con principio y final. Luego, otro capítulo.Tercera modificación
Ante Bolivia tuvo otro sueño. Nadie le vio por el pasillo con los ojos chispeantes, pero seguro que sintió alguna voz interior, algo que le obligó a modificar por tercera vez el equipo. Seguro que ocurrió eso. Miré a su equipo, miró a los bolivianos y creyó encontrar una forma de fastidiarles. La mayor satisfacción de Clemente es sorprender al contrario, molestarle, impedir su funcionamiento natural.
Esta vez la idea tenía algo de antinatural con el espíritu de Clemente, pero dio igual. Sacó a Hierro y puso a Voro, cambió la defensa de cinco por una línea de cuatro, colocó a Felipe por Luis Enrique y rehabilitó a Guerrero. Todas las emociones juntas. Allí estaban reunidos un grupo de futbolistas conectados por la misma sensibilidad en un partido trascendental. Algunos confesaban en la víspera que tenían una especie de exigencia moral de demostrar que se puede y se debe ganar con el fútbol que ellos sienten.
La alineación tenía otra lectura simbólica, una rareza en la historia de la selección española. Ningún jugador del Madrid estuvo en la alineación titular. Fue una selección definitivamente periférica, un equipo que rompió varios modelos preconcebidos: el estilístico y el histórico.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.