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Si Hitler levantara la cabeza...

La casa natal del Führer, en Austria, se convertirá en museo antifascista

La casa natal de Adolfo Hitler, en la ciudad austriaca de Braunau, durante años centro de peregrinaciones de neonazis de toda Europa, se convertirá en 1995 en un museo y centro de documentación antifascista. Franz Löschnak, ministro del Interior de Austria, anunció que el proyecto educativo y de contrapropaganda al extremismo de derecha incluirá además la modernización del museo del antiguo campo de concentración de Mauthausen. Allí, donde fueron asesinadas 110.000 personas entre 1938 y 1945, se instalarán métodos multimedia, dirigidos especialmente al público joven que visita el museo como parte del currículo escolar. En Austria no existe hasta ahora ni un solo museo dedicado exclusivamente al holocausto, con la excepción del modesto Archivo de la Resistencia, en Viena, y el campo de concentración de Mauthausen, a más de 200 kilómetros de la capital.Wolfgang Neugebauer, director del Archivo de la Resistencia, asegura que convertir la casa de Hitler en un museo no terminará con el flujo de turismo nazi y neonazi, pero considera la iniciativa como un "progreso" para la educación pública. "Al menos, no sólo se venderán tarjetas postales con la fotografía de la casa de Hitler", afirma Neugebauer.

En Braunau, la ciudad natal de Hitler, con 18.000 habitantes, cada abril, para el cumpleaños del Führer, miles de extremistas llegan desde todo el mundo hasta el número 15 de la Salzburgergasse, donde nació como cuarto hijo del tercer matrimonio de un empleado de aduanas, y sacan pedazos del muro desconchado de la casa para llevárselos como recuerdo. Allí funciona ahora un taller en el que niños y adultos minusválidos realizan trabajos manuales.

Frente a la casa natal de Hitler se instaló en 1989 un pequeño monumento con la leyenda "Por la paz, la libertad y la democracia. Nunca más fascismo. Millones de muertos lo advierten".

Hermann Langbein, secretario de la Liga de Supervivientes de Campos de Concentración, afirma que "lo esencial no es una piedra frente a una casa, sino transmitir a la juventud que el nacionalsocialismo es la forma más extrema del antihumanismo".

Langbein cree que no sólo los museos tienen un efecto en la educación política de la población: "El humanismo hay que ejercitarlo cada día, con las gentes que buscan desesperadamente asilo y no sólo con el pasado".

El español Manuel García, de 76 años, que fue miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas en la década de los treinta, fue deportado por los franceses a Mauthausen en 1941. Al ser liberado por las tropas norteamericanas, García no sabía adónde ir y se quedó para siempre en el lugar en el que tanto sufrió. Se casó con Anna, una joven que vivía en la única casa con vistas a los crematorios, y se convirtió en el administrador del campo de concentración.

Ahora, jubilado y enfermo, Garcia sigue siendo el guía predilecto en los recorridos por el museo, una especie de portavoz de los que murieron allí, entre ellos 7.000 españoles. La modernización del museo la considera "absolutamente necesaria", porque entre los miles de turistas que ha guiado García hay, según él, "muchos que aún no creen en la existencia de las cámaras de gas".

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