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MUNDIAL 94

Sin discusión posible

Romario simbolizó todo el poder de un Brasil que jugó sincopado

Ramon Besa

Salió por fin Brasil al campo y los ojos de la Copa del Mundo se posaron sobre San Francisco. Las apuestas apuntan a los tricampeones como los favoritos y no hay hinchada que se resista al olor a fútbol que siempre desprende el grupo brasileño. Salió airoso el equipo en su debú. El marcador le dio ganador sin discusión de su duelo con Rusia. Fue el suyo, además, un discurso de buenas intenciones.Es Brasil un equipo muy bien plantado en la cancha: con salidas por ambas bandas, dada la zancada y toque de Jorginho y Leonardo; buenos barrenderos y servidores de balón, con Mauro Silva y Dunga; enlaces de prestigio con el toque de Rai, la zurda de Zinho y el juego entre líneas de Bebeto; y un ariete como ninguno. Romario es un delantero pícaro por naturaleza, un depredador por instinto y un goleador sin discusión.

El delantero azulgrana vive escondido en su caparazón. No mira nunca a la pizarra ni atiende al concepto solidario del fútbol. Es un tipo que sobreviviría a cualquier sistema, porque trabaja solo. Las tres primeras jugadas de gol de Brasil llevaron su sello. En la inicial se robó la cartera a Ternavsky sin que el árbitro se enterara (no señaló el claro penalti); en la segunda, a la salida de un corner, pilló el cuero en el segundo palo y lo clavó a la izquierda de Kharin; y en la tercera, una carrera prodigiosa, acabó por los suelos abatido de nuevo por la pierna de su marcador. El penalti finiquitó la contienda.

Los rusos, un equipo conflictivo por naturaleza y con jugadores difíciles de pasar en un mismo sistema, corrieron mucho y no atraparon nada. El caminar largo de Radchenko y Yuran fue sólo una amenaza. Brasil es hoy un equipo más opaco, ligado y espeso que ayer. Tiene un concepto defensivo del fútbol y ha perdido su ingenuidad. Parreira planta un grupo que se encoje y estira con una facilidad tremenda. Puede que su fútbol sea a veces sincopado, quizá por la falta de un jerarca en la divisoria, pero el cuero avanza al toque siempre con sentido. Tiene salida la pelota tanto por dentro como por fuera.

No tuvo nunca el partido incertidumbre. Fue un monólogo brasileño. Tuvo la suerte de marcar a la media hora y obligó a los rusos a dar la cara en ataque. No tiene Rusia jugadores para jugar en espacios reducidos y así el partido se le hizo muy cuesta arriba. No encontró el punto de referencia.

Los rusos suelen ser demasiado monótonos. No parecen tener sentimientos jugando al fútbol. El método está por encima del talento. Brasil, en cambio, pinta bien. Tiene el equipo toque, regate, salida y además corte de balón, argumentos todos para armar un buen fútbol.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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