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Tribuna:
Tribuna
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Muy grave

Les pareció un discurso henchido de gravedad. A mí también. A ellos les pareció cargado de compostura y circunspección castellanas. A mí me pareció sospechoso, cargado de enormidad y de exceso. Mientras los cachorrines gritaban "¡España, España!", "¡Pujol, enano, habla en castellano!", el joven Aznar declamaba su lealtad a la Corona, a la democracia y a España". Ya era de por sí patético que procediera con el mismo énfasis del que acaba de ganar unas generales, pero, en fin, ésa es nota consustancial a un personaje al que todos los trajes -12-J incluido- le vienen grandes.Proclamar a estas alturas la lealtad a la Corona es un rasgo de retórica inservible sólo explicable por la emoción institucional que le embargaba. Pásese, pues. Pero lo de la lealtad a la democracia sólo puede explicarse desde el punto de vista de quien tiene que hacer frente -acaso- a la pulsión que manifestaban los gritos de sus cachorrines y esas razias -chulescas, insultantes, verbalmente violentas- que sacudieron la noche madrileña y el día siguiente. Lamento decirlo, porque en las elecciones generales ya me pareció de una pequeñez manifiesta, de un vacío de ideas insondable, de un reaccionarismo flagrante, la apelación al voto del miedo de Felipe González, pero la necesidad de Aznar de proclamar lealtad a la democracia justifica todavía esa vertebra discursiva. En cuanto a España..., bueno, sospecho qué viene detrás de eso, pero en puridad me parece ininteligible. Aquí, desde donde escribo, hay un vecino que cada vez que gana unas elecciones -o inaugura un conjunto de apartamentos adosados- proclama su lealtad a Cataluña. Nunca he sabido qué quiere decir. Pero le va muy bien.

Y al fin y al cabo, el joven Aznar está aprendiendo que el nacionalismo -en estos tiempos de miseria- es el centro de gravedad de la política.

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