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RELIGIÓN

Los cardenales frenan el plan del Papa de reconocer los errores de la Iglesia

El tema del Jubileo del año 2000 deberá ser Cristo y no la Iglesia. En consecuencia, una revisión histórica debería centrarse sólo en la época contemporánea, concretamente en sus "luces y sombras" como son el desprecio por la vida, la insensibilidad moral, la corrupción pública y el hambre. Con estos dos argumentos, los 114 cardenales que asistieron en Roma a las sesiones del lunes y ayer del Consistorio extraordinario, frenaron la iniciativa del Papa para que la Iglesia pida perdón por sus errores.

Queda sólo "el pecado de omisión" que ha podido permitir la propagación de las sombras, dijo ayer el portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, al contestar a los periodistas que le señalaban que los príncipes de la Iglesia parecen más dispuestos a hablar de lo que consideran culpas ajenas que de las propias responsabilidades.Falta saber qué decidirá Juan Pablo II ante esta situación inusual de que el pleno del colegio cardenalicio responda con un "no es eso, no es eso" al decidido llamamiento que el Pontífice lanzó el pasado lunes en pro de un "reconocimiento [por parte de la Iglesia] de las carencias históricas y de las negligencias de sus hijos".

Puede ocurrir que, haciendo un gesto gratuito de democracia, ya que la Iglesia católica no responde a ese principio organizativo, el Papa renuncie al acto de humildad y justicia que él mismo ha considerado fundamental para que avance el diálogo con otras religiones y el movimiento ecuménico. Pero es posible también que, oído el parecer del Consistorio, que es un órgano puramente consultivo, Juan Pablo II se mantenga en sus trece.

La vía más probable es siempre la del medio. Tratándose de una institución que ha rehuído suficientemente los pasos espectaculares es como para que pierdan toda esperanza quienes confían todavía en que el Vaticano pueda llegar a reconocer los crímenes de la Inquisición o eventuales responsabilidades eclesiásticas en el holocausto.

La respuesta podría llegar antes del fin de semana, ya que, si bien el Consistorio concluyó ayer, con un almuerzo que ofreció el Papa a los cardenales, que dan aún conclusiones por comunicar y documentos en redacción que quizás aclaren el asunto.

De momento, existe la versión oficial de los debates a puerta cerrada facilitada ayer por Navarro Valls, quien constató que "desde el principio, el tema de los errores ha merecido más atención en la calle que en el documento pro memoria" con el que el Papa informó a los purpurados de sus intenciones, el pasado mes de marzo, cuando convocó este consistorio.

Según Navarro, los ocho grupos de trabajo en que se ha dividido el consistorio estuvieron de acuerdo en celebrar un Jubileo cristológico, según el lema de "Cristo ayer, hoy y siempre" que ha sido expuesto por el secretario de Estado, Angelo Sodano. Añadió el portavoz que, no siendo la Iglesia el centro de las reflexiones, se llegó también al acuerdo -tal vez algo menos unánime-, de que la eventual reflexión histórica se centre en el presente y, de modo especial, en dos conceptos destacados por el Vaticano: la libertad religiosa y el llamamiento universal a la santidad.

Preparación del Jubileo

La reunión, convocada por Juan Pablo Il para oir sugerencias e iniciativas de cara a la preparación del Jubileo apuntó a que las celebraciones oficiales del mismo comiencen en 1997, para concluir con el siglo; pidió la celebración de sínodos continentales con carácter previo, e invitó al Papa a nombrar una comisión organizadora que trabaje con las conferencias episcopales e incluya, en una fase posterior, a personalidades del mundo ortodoxo.La asamblea se ocupó también del denominado problema de los obispos jubilados, con resultados que todavía ayer no eran conocidos, y aprobó dos declaraciones por unanimidad.

La primera se refiere a la familia, y representa un llamamiento a los países del mundo para que no aborden la próxima conferencia de El Cairo, sobre desarrollo y población, con "una actitud de desesperación y temor exagerado" hacia el crecimiento de la humanidad.

Los cardenales, que en ningún momento se distancian explícitamente de la reciente declaración de la Academia de Ciencias vaticana en pro del control de la natalidad y que dicen ser conscientes del problema demográfico, rechazan la imposición de "medidas innaturales, inmorales o artificiales" para resolverlo, que parangonan a un "imperialismo cultural". En este tema, el Juan Pablo II hasta ahora ha encontrado el decidido apoyo de los episcopados europeos, de los obispos de África e Iberoamérica así como de los cardenales de Estados Unidos.

El segundo documento habla de la tragedia del pueblo africano de Ruanda y destaca la "necesidad urgente" de que las naciones aclaren en términos jurídicos la obligatoriedad de la aplicación de la intervención humanitaria.

De lo contrario, prosigue la declaración, el mundo seguirá siendo impotente ante tragedias "como la que hoy amenaza a los más inocentes de Ruanda".

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