Las caras que pusieron
"Hay que ganarles, aunque sólo sea para ver las caras que se les ponen", repitió Felipe González, a lo largo de la campaña. Para caras, las suyas en el momento de reconocer la derrota, aunque esta romántica cronista debe confesar que, desde que se les vio perdidos y unidos ante la jauría informativa, un interesante halo empezó a circundar sus sesudas cabecitas. El halo del fracaso. Vaya morbo, Dios mío.Al principio todo fue muy décontracté. Ante los primeros sondeos, gente como Joaquín Almunia, Cipriá Ciscar y Francisco Fernández Marugán explicaron a los periodistas la inminente bajada de puntos, aunque parecía haber un resquicio abierto a la esperanza: que la diferencia entre el Partido Popular y el PSOE no fuera tanta como alumbraban los primeros sondeos.
Algo más tarde, en un rincón, los rostros del coordinador de la campaña, Txiki Benegas, y de los anteriormente mencionados, reunidos en un rincón, no ofrecían espacio para la duda: estaban hechos fosfatina y, con los nervios a flor de piel, se ofrecían todos -en un gesto que les honra- a enfrentarse con la conferencia de prensa. Al final, los cuatro -Benegas, Almunia, Ciscar y Marugán- salieron como un solo hombre.
Y aunque los rostros eran severos y la expresión triste, la primera sonrisa afloró cuando un periodista nombró la palabra "descalabro", que negaron: "Seguimos teniendo a un 30% del electorado". Abajo sonaba sin parar música de Glenn Miller y una pareja bailaba In the mood.
El ministro de Industria, Juan Manuel Eguiagaray, llegó con su mujer y el rostro enrojecido, pero no por el disgusto, sino por un exceso de sol. Detrás llegó el candidato a las europeas José María Mendiluce, quien, mirando a los bailantes, se escandalizó: "¿Cómo podéis?". Y preguntó: "¿Estamos celebrando que acabamos de pasar a la oposición?".
En el vestíbulo, junto a las rosas que se habían repartido entre los visitantes, destacaban ramos de blancas margaritas, con un toque céreo bastante tristón. Pero aunque había melancolía, no había mala leche, y a ello contribuyó el caballeresco comportamiento, primero, de Benegas y sus compañeros, y, posteriormente, de Fernando Morán, quien asumió que "había perdido su lista, que era del PSOE".
El cabeza de lista del PSOE a las europeas dijo que en ningún momento había estado en discusión el presidente del Gobierno. Fernando Morán felicitó cordialmente a su rival, Abel Matutes, a quien servidora, dicho sea de paso, no le arrienda la ganancia, porque en el Parlamento Europeo le va a tocar sentarse con la cabeza de lista griega, Nana Moskuri.
Lo más triste de la noche, al menos para esta cronista, fue ver a Felipe González, cuando por fin compareció, para hacer una serena y elegante declaración. Apareció empastado contra el plafón azul cielo iluminado del fondo de la sala: una imagen envejecida del poster de 1982, en aquellas primeras elecciones que ganaron, cuando el azul purísima simbolizaba la esperanza.