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Veraneo en la Villa

El verano queda a la vuelta de la esquina. Madrid está alegre, abundan las mangas cortas, los termómetros desbocados, mujeres sueltas y atrevidas, hombres sudorosos y asfalto humeante. Como viene siendo una costumbre cada vez más arraigada, es tiempo de que aparezcan de debajo de las piedras los apologistas del veraneo en la Villa. De tinos años a ' esta parte, pasar las vacaciones en Madrid cuenta con un número de adeptos que aumenta sin parar. ¿A la playa? "Tú estás loco, con lo bien que se está aquí", suelen comentarte los conversos con un aire de condescendencia e incluso mal disimulada pena al comprobar lo lejos que puede llegar la ignorancia ajena. Si tienes ganas, no tienes nada mejor que hacer a esa hora o tu educación-religión no te permite mentir aduciendo cualquier peregrina razón para huir (la de "tengo un jabalí al horno", acuñada por Obélix, es de las mejores), puedes dejar que el abanderado del veraneo en Madrid intente convencerte. Sabes desde un principio que debajo de un cocotero o en un chiringuito con una piña colada se está mucho mejor que en una piscina al borde del colapso o en una terraza atestada de la Castellana, pero escuchar de vez en cuando no hace daño a nadie.

Comienza el discurso. Primera razón aducida: Madrid es una ciudad perfecta con un par de millones menos de habitantes. Esto es cierto, y sería maravilloso si realmente se fuesen a la vez un par de millones. Lejanos quedan ya esos éxodos masivos. Las penurias económicas, la propaganda del verano madrileño y el reparto de las vacaciones entre junio, julio, agosto y septiembre está consiguiendo que únicamente en los primeros quince días de agosto se pueda notar cierto aligeramiento en el flujo de personal. Pero de ahí a las calles solitarias, los tranquilos paseos y la Castellana para mí solo y mis colegas va un largo trecho.

La segunda: la vida nocturna es como al principio de la movida. Esto es más dificil de tragar, a pesar de la rotundidad e imaginación utilizada por el predicador. Los lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábados y domingos, todos son iguales y con mares de gente yendo de un lado para otro en sus coches descapotables, luciendo el moreno piscinero (no tiene nada que ver con el de la playa, todavía hay clases) y con la música a todo volumen. A veces huele a bacalao que tumba.

No se desanima por nuestra réplica y llega a la tercera: se liga como nunca (esta afirmación viene acompañada con una sonrisita, como diciendo: "Te lo digo yo con conocimiento de causa"). No se os ocurra quedaros en Madrid pensando que vuestra media de un rosco cada tres meses va a aumentar. Mucho relajo, mucho marcar maza y más cosas, pero, a la hora de la verdad, lo de siempre: 8.000 en copas y, como mucho, un número de teléfono.

Cuarta: el tráfico. Ideal, oye. En 10 minutos estás en todos los lados, aparcas sin problemas e incluso la autoridad se relaja y los de la grúa están de vacaciones. Lo que no te cuenta es que el Ayuntamiento aprovecha para levantar unas 150 obras más, a sumar a las 450 existentes, lo que entorpece los movimientos y te calzas un traje de polvo si pasas a su lado, lo que se puede considerar, estadística en mano, como altamente probable.

Una quinta, cultural y sin recargo: los cursos de verano de El Escorial y las tranquilas visitas a los museos. Lo de los cursos pase, pero en los museos no hay quien aguante. Grupos de turistas a cada cual más ruidoso (mención especial para los estadounidenses) te quitan las ganas hasta de disfrutar con Las meninas.

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Sexta (si la conversación llega a este punto, hay que empezar a pensar que las cosas están yendo demasiado lejos, y la huida bajo falso pretexto está totalmente justificada): teoría de la originalidad. Vivimos en un mundo masificado, impersonal, donde somos como un gran rebaño de ovejas. Nos bombardean con lugares paradisiacos, playas de arena fina, exotismo desbordado. Lo fácil, y que lo hace todo el mundo, es pirarse. ¡Bah! Hay que ser diferente, y lo que distingue a una persona con criterio es quedarse aquí, y no sucumbir a placeres terrenales excesivamente primitivos. Este razonamiento, peregrino donde los haya, suele suponer el final de la conversación.

Mentira, todo es mentira. Madrid es un infierno en verano. Cada vez se va menos gente, hace un calor insoportable, la calles están levantadas, el índice de macarrismo automovilista se dispara, no hay quien duerma en condiciones y ¿a quién le interesá la cultura en estas fechas? Como decía un personaje de dibujos animados de cuyo nombre no logro acordarme (Cervantes tenía el mismo problema de memoria): "Huyamos por la derecha" (no tiene ninguna connotacion política, lo juro).

Nota. Este mensaje ha sido patrocinado por la AVVM (Asociación de Veteranos Veraneantes en Madrid), enemigos acérrimos e irreconciliables de la ANVM (Asociacion de Nuevos Veraneantes en Madrid).

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