Un aire de victoria
El recinto de El Pueblo Español de Palma de Mallorca se llenó con un público acomodado, de concierto de Plácido Domingo en una gala de verano. El bullicio de los mítines en plazas de toros con su ambiente de feria de pueblo cedía el paso al murmullo social del público de platea. La luz crepuscular, mediterránea, arrancaba destellos dorados del edificio del Senado romano donde se celebraba el mitin. Había el ambiente ordenado y solvente de los tendidos de sombra, la satisfacción de encontrarse en el lugar de los ganadores. En Baleares, la comunidad española más rica y cosmopolita de España, gobierna la derecha desde siempre, y sus políticos locales tienen un aire que está a medio camino entre el agricultor rico y el promotor inmobiliario. Una derecha con bienes raíces y confianza en el futuro. Las encuestas que habían publicado los medios de comunicación durante el fin de semana y que anunciaban la victoria de los populares flotaban en el ambiente y contribuían a subrayar el aire de triunfo político y social del acto.Abel Matutes, un político local pese a que la insularidad introduce elementos diferenciales de una complejidad proporcional a la riqueza y belleza de las islas, estuvo más relajado que nunca. Su evolución como candidato a lo largo de esta campaña es notable. Cada día pisa con más soltura el escenario y dice su papel con más naturalidad. Se le ve a gusto con su personaje de candidato, a lo que debe ayudar la certeza del triunfo. Su intervención ante su público, sus conocidos, su ambiente, fue relajada, como corresponde a quien habla en casa.
José María Aznar también ha evolucionado como orador, aunque la victoria anunciada pone en su voz una responsabilidad adicional. Hay ya un tono de administración de la victoria, de preocupación alegre. El miedo ya es sólo a la sorpresa, a que el premio anunciado sea un espejismo, una alucinación colectiva producto del hambre de victoria. Su discurso en Palma tuvo algo de recapitulación de programa de gobierno con tres promesas esenciales: impulso democrático para acabar con la corrupción, saneamiento económico para afrontar la crisis y el paro y acuerdo de Estado para concluir el desarrollo autonómico. Sobre este programa, tan asumible por cualquier fuerza política como los principios del Estado de derecho, Aznar añade un mensaje más: el triunfo del PP será el triunfo de todos los españoles, un triunfo nacional y no partidario, porque, asegura, en su proyecto no habrá exclusiones. "Y cabrán todos", afirma con ese énfasis tan personal que la audiencia no sabe si le están invitando a pasar o la están riñendo.
La campaña ha adquirido ya un aire de recta final, en la que los candidatos comienzan a ventear el triunfo o la derrota. Las llamadas a la movilización general, a rebañar el último voto, se hacen más urgentes que nunca porque los estrategas saben por experiencia que las elecciones no se ganan en las encuestas, sino en las urnas. Ésa fue una lección que aprendieron ahora hace justamente un año. Una lección amarga que no quieren que se repita.
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