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Corridas nupciales en Castilla

Ahora, medio borracho y con el barro hasta los tobillos, el joven Antonio se acerca a la becerra y de repente se da cuenta de que su misma existencia como ser humano se debe a los toros.Sus padres se conocieron durante las fiestas del pueblo, cuando su padre hizo unas burradas con un toro ensogado. Bueno, no es que se conocieran precisamente aquel día, pero su madre siempre decía que fue entonces, al verle delante del toro, cuando le cayó bien ese chaval; con el tiempo se casarían. El padre de Antonio nunca lo negó.

Como tampoco lo negó Froilán, el abuelo materno de Antonio: resulta que un día de fiestas, en otro pueblo de la meseta, Froilán corrió delante de los toros con tanta gallardía que una chica llamada Rafaela, que entonces tenía sólo 17 años, se enamoró de él de manera tan brutal que juró -antes de saber su nombre ni dirigirle palabra alguna, antes de que Froilán supiera de su existencia- que se casaría con él. Y así fue, pese a las protestas del padre de Rafaela, piensa ahora Antonio al avanzar la muleta.

Bueno, en realidad el padre de Rafaela no tenía ninguna razón para oponerse a esa boda. ¡Si él mismo se había casado gracias a su valor ante los toros! Fue durante una capea en un pueblo de Toledo, diría toda su larga vida. Es más: siempre insistió en que fue aquella capea en la que el maestro Domingo Ortega se puso delante de un toro por vez primera. "Domingo tenía enloquecidas a las chiquillas, y yo, para no ser menos, también pegué unos capotazos, y esta moza se fijó en mí...", y entonces apretaba la mano de su mujer, muy anciana, recuerda Antonio.

La vida cambia. Antonio vive en Carabanchel Alto y trabaja de contable en una firma de informática. Se siente muy solo en la gran ciudad y quiere casarse, a ser posible de joven, como sus antepasados. Cuando ve que un "centro de encuentros y actividades" organiza una "gran capea para personas sin pareja", se apunta. Eso sí, le extraña la advertencia de la secretaria: "No somos una agencia matrimonial. Si hay gente que luego quiere casarse, es su problema". ¿Problema?, piensa Antonio. ¡Si casarme con una chica decente es casi lo único que pido a la vida!

Y ahora resulta que casi todas las mujeres son mayores que él, que las chuletas están frías, y que la sangría es letal. Encima, no para de llover y las vaquillas parecen toreadas. En esto el animalito embiste y por un instante Antonio cree no sólo que va a ser cogido, sino que va a vomitar. ¡Pero no! El pase le sale perfecto, y a una chavala llamada Elvira, secretaria en Torrejón, Antonio le parece muy interesante.

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