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La crisis del Prado

(Carta a F. Calvo Serraller) Querido amigo:Tu renuncia a la dirección del Prado fue una noticia desalentadora: más ausencias de intelectuales en la vida pública española y un nuevo toque de alarma sobre el mal camino de nuestra política cultural, que parece haber llegado a la inanición y a la vejez prematura después de las ilusiones de los primeros años de democracia. Las últimas dimisiones del Prado parecen sólo resonancias armónicas de las sucesivas renuncias en el ministerio, de la desorientación de los responsables culturales de casi todas las autonomías y de la desintegración de muchas concejalías, como la de Barcelona, que navega sin rumbo -y a veces sin concejal- desde la época de M. Aurelia Capmany. Cada vez hay menos exigencia en unos Gobiernos y, sobre todo, en unos partidos -liberales de izquierda y de derecha, devotos de las leyes del mercado- en cuyos programas sólo se habla de cultura en unas escasas líneas de adorno, esperando inútilmente que la mal llamada sociedad civil las llene de contenido y de dinero subvencionador.

En tu decisión deben haber influido las injurias proyectadas por algunos medios para dar carne a esa fiera pública que todos quieren maquillar con hipócritas puritanismos porque así no hace falta informarle de los problemas profundos. Pero no creo que esas absurdas críticas o las malévolas referencias al intrascendente episodio de no sé qué reportaje gráfico en las salas, del museo sean las causas reales de tu dimisión. Las causas reales son aquellos problemas profundos que afloraban claramente en tu artículo del pasado día 14 de mayo.

"La sistemática falta de los medios más elementales y el constante desánimo han, logrado esa peligrosa corrosión casi paralizadora". "No hay ni atisbo de una política correctora, ni de Gobierno ni de Estado". La insuficiencia de los recursos económicos del Ministerio de Cultura, que creo que no alcanzan al 0,3% del presupuesto del Estado, es la base de ese problema, sin que ningún ministro haya logrado corregirla, no tanto por una personal incapacidad como por una reacia tendencia de todos nuestros políticos a despreciar olímpicamente la cultura porque, de momento, no es una vía claramente electoral. O, quizá, porque cuanto mas inculta sea la sociedad menos identidad y menos capacidad tendrá para expulsar los inútiles profesionales de la política.

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Pero a ello se añade la falta de una política cultural coherente que debería fijar unos objetivos, unas competencias y unas prioridades básicas, una Política que ningún ministro ha sabido definir hasta ahora. El Prado debería figurar al frente de estas prioridades, aunque fuera arrinconando tantas actividades del ministerio, cuyo vistoso aparato sólo sirve para esconder la debilidad de las instituciones fundamentales. Los malos tratos de que ha sido víctima ese gran museo, que tú has soportado durante "200 días de extravío", alcanzan incluso temas menudos, cotidianos, inexcusables. Comentábamos contigo hace unas semanas, por ejemplo, el tema casi zarzuelero de la guardarropía. En el Prado no hay siquiera un espacio para guardar los paraguas y los sobretodos. Hay que organizar en los vestíbulos o en las aceras unas pirámides de desperdicios vestimentarios. Si a lo largo de tantos anos no se ha conseguído la guardarropía, uno puede imaginarse lo que sucede con los espacios expositivos, los trabajos de restauración y catalogación, las publicaciones, la seguridad. Sólo hay que leer el reportaje publicado en este mismo periódico el pasado 22 de mayo para convencerse que el tesoro del Prado está "al borde del naufragio".Los gastos corrientes anuales de nuestros museos son de escándalo: los 2.300 millones del Prado, comparados, por ejemplo, con los 180.000 millones del Louvre, son el hazmerreír de toda Europa. Y, en Barcelona estamos todavía peor. A regañadientes, Generalitat y Ayuntamiento han aceptado para el MNAC (40.000 metros cuadrados de superficie) un gasto anual de 800 millones, cuando las necesidades mínimas de supervivencia alcanzan los 3.000 millones. Y, mientras tanto, el alcalde afirma que "gastamos mucho en cultura" y algunos periodistas despistados acusan al director de disipaciones económicas, cuando no hay dinero ni para ahogar las penas con un vaso de vino.

Espero. que nuestra inteligente y simpática ministra de Cultura tenga claros estos problemas y que los podrá resolver con una doble exigencia: el aumento radical de los recursos económicos del ministerio y la publicación de un análisis de deficiencias con un programa cultural dentro de las atribuciones que le correspondan. Pero si en el presupuesto de 1995 no se consigue ese cambio, si no se alcanza por lo menos el 1% o no se amplían en cantidades adecuadas las transferencias para Cultura a las autonomías, aumentará "esa peligrosa corrosión casi paralizadora". Nuestra confianza en el actual ministerio se habrá quebrado considerablemente y en las próximas elecciones podremos pasar impunemente a la lista de los que "no saben-no contestan".

Pero como tú mismo has insinuado, no todos los problemas se acaban con la corrección del presupuesto. Las crisis del Prado y de muchas instituciones se apoyan también en errores estructurales y ambientales: la insuficiente confianza depositada en los técnicos por políticos, gestores y habituales grupos de presión especialistas en cortacircuitos y la actitud de muchos medios de comunicación, que en vez de ser informadores se erigen en interventores incontrolados. Si te parece bien, vamos a dejar estos temas para otro día. Termino con el, ruego de que, desde tu nueva posición de "ex", sigas reclamando un poco de seriedad en la construcción de un programa de política cultural.Oriol Bohigas es arquitecto.

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