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"Ahora ya no tengo miedo de nada"

Yulia, superviviente de Chernóbil, visitó su primer parque de atracciones en Madrid

Sin dudarlo, el Parque de Atracciones. Yulia mueve la cabeza con rotundidad: a sus 10 años, es lo que más le ha gustado de todo lo que ha visto en España desde que llegó, a mediados de abril, para recuperarse del cáncer que arrastra desde hace ocho años, cuando estalló la central nuclear de Chernóbil (Ucrania). Junto con otros 44 niños bielorrusos, entre los siete y los 16 años, fue invitada por la Asociación Española Contra el Cáncer a un albergue de Navacerrada, en la sierra madrileña, en busca de aire y comida libres de las radiaciones provocadas por la mayor catástrofe nuclear civil de la historia.Durante estas semanas, ni el Prado, ni los toros, ni el partido entre el Real Madrid y el Barcelona, ni siquiera la visita al plató en el que se rueda la serie Farmacia de guardia, que se emite desde hace unos meses en Bielorrusia, nada ha impresionado más a Yulia que el vértigo de la noria o los coches de choque, los primeros que disfruta en su vida.

"Ya no tengo miedo a nada", afirma, contundente, fijando sus ojos vivos en los del interlocutor. Yulia tenía dos años cuando los médicos descubrieron que padecía un linfoma. Durante meses, la quimioterapia, la radioterapia y el trasplante de médula a que fue sometida la retuvieron en un hospital de Bobruisk, a unos 200 kilómetros de Chernóbil. Su cuerpo se llenó de pústulas que san graban al menor roce y que no le permitían recostarse en la cama.

"Y con tantos pinchazos...", dice mostrando las venas de su antebrazo. "Primero en los brazos, luego en el cuello y, cuando ya no tenía venas, en las manos", relata. "Se me empezaron a caer las costras, y las heridas se volvieron rojas y luego azules... Luego se me cayó el pelo, cuando mi madre intentaba peinaríne". Lo cuenta sin timidez, decidida, como si enumerara lo que le han traído los Reyes. "Por eso, ya no me asusta ningún pinchazo, ni nada", repite, Ahora ya puede ir al colegio y jugar con otras niñas, como aquellas que veía desde la ventana del hospital montar en bicicleta. "Nunca he vuelto a sentir tanta envidia", confiesa.

En Madrid ha comido mucho, según dice, sobre todo fruta. "Aquí tiene sabor y no está mala por dentro, como allí". De las pocas palabras de español que ha aprendido estos días -hola, adiós, gracias- susurra con especial orgullo "galletas". El 15 de junio volverá a Bielorrusia. "Aquí hay tantos coches, tantos edificios, tantas tiendas...", murmura. "También hay mucho sol, aunque haya llovido. Y, sobre todo, el aire está limpio...".

También echará de menos Yulia a Yelena, la pequeña de ocho años, enferma de leucemia, que en estas semanas se ha convertido en su amiga inseparable. "A mí también me ha gustado, sobre todo, el Parque de Atracciones", dice Yelena. Está contenta porque, en Madrid, ha engordado varios kilos, "aunque la comida es un poco picante", comenta. "Me encuentro un poco mejor, aunque por las noches estoy triste", murmura. Ella todavía está en tratamiento de quimioterapia. Ayer, Yulia y Yelena visitaron, junto a sus compañeros, la Redacción de EL PAÍS. "A mi madre le llevaré de regalo unos pendientes", cuenta Yelena, que recita las palabras españolas que ha aprendido: "Y también, beso".

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