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Tribuna
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La nuca

El gesto de Juan Alberto Belloch acariciando la nuca del hijo de la última víctima de esos cerdos; contenida ternura que conmueve por lo que tiene de no ministerial, de dolor adulto ante la desdicha de un joven, de un pueblo, nuestra desdicha: esos cerdos. Me gusta el ministro -me gustaba ya cuando sólo era juez para la democracia-, y por eso no entiendo que para él no tengan nuca que acariciar otros jóvenes que, estos días, nuevo Código Penal en mano, se han quedado mutilados civilmente: los insumisos.Si descontamos a los oportunistas filopuercos que se niegan a cumplir el servicio militar en el Ejército español, pero apoyan a la otra armada siniestra, la que hace saltar inocentes por los aires, habrá de convenir el ministro, hombre civilizado, en que el pacifismo y la insumisión, que es su consecuencia, son ideales nobles. No merecen el escarnio, sus defensores, de quedar reducidos a ciudadanos de segunda división, de ver mermadas sus posibilidades en una sociedad ya de por sí tan injusta, tan proclive a tolerar los desmanes del poderoso mientras persigue con pejiguera insistencia a quien menos agarraderas tiene.

La inhabilitación no es mejor que la cárcel: únicamente les marca de una manera diferente. Y que un pacifista no pueda conducir mientras disponen de carné algunos que parecen salidos de un filme de Schwarzenegger sólo es la parte chistosa del asunto. En realidad, se trata de postergar la profundización en el debate más serio que han producido, hasta el momento, nuestros jóvenes: la necesidad de profesionalizar el Ejército y dar una oportunidad a los profesionales de la paz.

De momento, lo único que se va a conseguir es que las cárceles, ya de por sí repletas, no encierren a presos censables por los organismos de derechos humanos.

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