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El macro proceso por la Operacion Mago queda hoy visto para sentencia

El macroproceso de la Operación Mago finaliza hoy, ocho meses después de su comienzo, en septiembre pasado, en un pabellón habilitado en la Casa de Campo de Madrid para juzgar a 47 procesados por su relación con el narcotráfiCo gallego. Cuando se pronuncie el ritual "visto para sentencia" habrá sido, con sus 85 jornadas, el tercer juicio más largo de la historia judicial española, sólo superado por el del síndrome tóxico, que se prolongó 15 meses, y el de la presa de Tous, que duró un año. Pero puede ser el último: los macroprocesos no son rentables en términos judiciales. .

La Operación Mago pudo haberse desglosado en tres sumarios distintos, pero el juez Baltasar Garzón tuvo la habilidad de vestir las imputaciones del arrepentido Ricardo Portabales, base del primero de los sumarios, con la captura de casi cuatro toneladas de hachís al clan de los Charlines, hecho central del segundo sumario y de 2.500 kilos de cocaína intervenidos en un transporte a narcos colombianos, en el tercero.Las acusaciones de Portabales contra los presuntos jefes del narcotráfico gallego, contra el industrial Celso Barreiros y el miembro de la jet set Carlos Goyanes difícilmente hubieran prosperado sin el respaldo de unos miles de kilos de hachís y cocaína, ya que la primera y espectacular redada de Garzón en las rías permitió capturar a los principales capos buscados... pero no se decomisé ni un canuto.

El macroproceso así articulado sentó a 47 acusados en el banquillo, que fueron interro gados por el fiscal, otras cua tro acusaciones y los defensores. Cada incidencia, por mínirna que fuera, era debatida o contradicha en el acto por de cenas de opiniones. El peculiar sistema de interrogatorio por bloques, en los que Portabales sólo podía relacionar a un inculpado con el delito que se estuviese juzgando en ese momento pero sin mencionarle en todo lo demás hasta pasar al bloque siguiente, a punto estuvo de volver ezquizofrénico al arrepentido y a los letrados.

En las primeras jornadas de interrogatorios, Ricardo Portabales mantuvo con firmeza sus acusaciones, aunque el ataque de los defensores dejó al descubierto numerosas . imprecisiones y una cierta tendencia suya a la fabulación.

Muchos de los acusados no tuvieron inconveniente en reconocer su pasado como contrabandistas: de tabaco, pero negaron tajantemente haberse reconvertido a la droga, a veces con pintorescos. argumentos. Manuel Charlin, patriarca del clan de los Charlines, dijo no saber si el hachís "es blanco o negro". José Paz Carballo, presunto introductor de 80 toneladas de hachís, afirmó que lo único con lo que traficó en su vida fue con terneros.

Laureano Oubiña, acusado de distribuir miles de kilos de cocaina, dejó su impronta por la tosquedad de sus modales y traspasó los límites de lo tolerable con sus desplantes.

Cuatrocientos testigos

Tras los interrogatorios de los procesados y de más de 400 testigos, el fiscal antidroga Javier Zaragoza elevó la petición de penas para Outiffla de 22 a 31 años de cárcel y redujo la de Barreiros a seis años. En total, el fiscal elevó a definitiva una petición de 700 años de cárcel.El juicio ha conocido situaciones inimaginables en un proceso normal. Tras las primeras sesiones, capos y subordinados se negaron a comer de bocadillo y lograron temporalmente permiso, para que un acreditado restaurante les preparase suculentos banquetes.

En términos procesales, y también económicos, un macrojuicio así es una ruina, porque ocho meses de juicio no dan precisamente una imagen de respuesta judicial eficaz. La Audiencia Nacional considera preferible desglosar en pequénos sumarios las actividades de las grandes redes.

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