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Carta a un suicida

Francisco Peregil

Tú lo que necesitas es leer los periódicos, y eso te lo explicaré más adelante, pero de entrada confórmate con asimilar que ninguna mujer vale la vida de un hombre. Viceversa también juega en esta historia, pero la carta va por ti, chavea sin nombre y apellidos que refrescaste las páginas de este periódico hace dos semanas cuando reprodujimos la carta a tu novia. La escribiste antes de colgar una soga en las duchas de un polideportivo para ahorcarte."Gracias a ti", le decías, "por prestarme esos cuatro días que te pedí. No fueron como yo esperaba, pero tampoco como esperabas tú. Quiero que sepas que eres lo único que de verdad tenía. Te quiero y perdona por esto, pero no me quedan fuerzas para seguir. (...) Me hubiese gustado un achuchón tuyo, un poco de ti, para haberme comido los problemas, pero al no sentirte mía lo demás no podía superarlo. (...) Ahora, en este momento, lo único que siento es no poder regalarte la primera rosa de mi jardín".

Te excusabas también ante tus hermanas por el daño que podrías ocasionarles, y en la posdata, según narraba José Antonio Hernández, formulabas una súplica a tu mejor amigo: "Mi último deseo es que saltes a mi jardín y le regales a ella la primera rosa de la primavera".

Al día siguiente nos preguntaban tu dirección desde varios programas de la tele, ya sabes, de esos que tratan de enseñar en la pantalla los corazones de las parejas como si fueran sandías: venga, María, vamos, vamos, no se pase a otro canal, que aquí traemos un suicida fresquito, recién sacado de la soga, con los papeles en regla, y si no se cambia, conseguiremos, María, que este tipo haga pucheros, y si aún nos sigue, asistirá a la aparición estelar de la novia, la causa de todos sus males, dispuesta a secarle las lágrimas.

Ni tan siquiera quisimos nosotros saber si te reconciliaste con ella o si ella se fue con un chico del que también hablabas en la carta. Tú mismo. Ahora bien, si en verdad la quieres, no le regales sólo la primera flor, sino la primavera entera, aunque no la merezca. Todos los días una rosa, cuando se acaben las de tu jardín, las compras o las buscas, y cuando termines con las del barrio, tomillo, romero, lo que sea.

De todas formas, un colega tuyo llamado Italo Calvino venía a decir que lo mejor del amor se halla en el aparente desencuentro, en la supuesta incomunicación. Igual vas, le pegas el achuchón y en ese instante te da por pensar que ella finge pasión, que en realidad le das lástima, o a ella, por esos misterios de la mente, sólo se le ocurre pensar que ha de llegar pronto a casa o que otra vez se te olvidó afeitarte.

De hecho, esos cuatro días de los que hablas no fueron ni como tú esperabas ni como ella creía que iban a ser. Pero, como no se trata de chupar rueda de la señorita Francis, lo que en verdad quería decirte es que la sociedad, que tanto te habrá maltratado, necesita gente sensible como tú, aunque tampoco la merezca.

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Hay mucha familia sin casa, mucho drogado, mucho sida, mucho desfalco, mucha calumnia, para que te enredes en tu tristeza (Bob Dylan). El mismo día en que publicamos tu caso, por ejemplo, dos páginas antes se hablaba de la dietitis, una enfermedad preocupante. Resulta que los diputados de la Asamblea de Madrid se reúnen en comisión más veces que los de cualquier otro parlamento autónomo, más incluso que los del Congreso y el Senado, sin que se haya demostrado hasta el momento que resuelvan más problemas que sus colegas de otras cámaras. Por cada comisión se viene a cobrar unas 20.000 pesetas, y algunas de ellas se fijan con pocos órdenes del día y duran apenas unos minutos.

¿Y a ti qué, no? ¿Qué puedes hacer contra eso, no? Pues aunque sólo sea gritar en el mismo polideportivo donde quisiste acabar con tus 27 años de soledad, ya vale. ¿Crees que si el juez Garzón se hubiera metido en el bolsillo a base. de buenas palabras a los 10.000 chavales que lo abuchearon en Valencia, Felipe le habría dejado marchar? Ni hablar del peluquín. Además de Interior y Justicia, le habría dado hasta el Ministerio de Cultura, con tal de que el señuelo anticorrupción aguantara hasta las próximas elecciones.

Un empleado del polideportivo vio tus pies colgando y pudo abrir la puerta para sostener el cuerpo en el aire y evitar el suicidio. A él y a ti, eternamente agradecidos. La primera rosa de tu jardín vale para muchas cosas, amigo, no la desperdicies.

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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