Aznar
"Sobre todo, que no se te noten esta vez las prisas...", le han recomendado, y Aznar espera la caída de la podrida breva del poder con tan inteligente prudencia como empobrecida y machacona retórica. A veces, Aznar se parece demasiado a la caricatura que le hacen en El jardín de los bonsáis, pero a esa identidad, fraguada por sus expertos en imagen y paciencia, él aporta algunas connotaciones singulares, entre las que destaca un excesivo mal uso de una excesiva desmemoria. Por ejemplo, el otro día se hacía eco del malestar de las bases de Convergència i Unió por el aval que el pujolismo le está dando al Gobierno del PSOE. Aznar quiere que CiU le ayude a ganar una moción de censura, apenas unas semanas después de haber secundado la campaña del genocidio contra el castellano en Cataluña, urdida por el brain trust sociolingüista del PP con el exclusivo fin de dificultar el acuerdo PSOE-CiU y sin el menor escrúpulo ante los problemas de convivencia que pudieran suscitarse o agravarse en Cataluña. ¿Cómo podría Pujol vender a sus bases un cambio de socio y que ese socio sea la reencarnación de don Ramiro de Maeztu y su Defensa de la hispanidad?
Y ésa es otra. Si la desmemoria de la campañita del genocidio aún cabe atribuirla a los deslices amnésicos de buena parte de los políticos, el que el señor Aznar se haya apropiado de Azaña mientras allá donde gobierne el PP, sea municipio o comunidad autónoma, toda la simbología del pasado siga copada por Franco, Sanjurjo, Mola, Queipo de Llano, puede atribuirse a un serio despiste cultural (confundir. a Azaña con Ramiro de Maeztu y Velada en Benicarló con Defensa de la hispanidad o cualquier otro fascio de pensamientos del principal teórico de Acción Española) o que, demasiado vanguardista para su grupo, pone a don Manuel Azaña como una zanahoria a ver si pican..., y no pican.
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