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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Noche de primavera

Decían que el mundo estaba cambiando, así que me asomé a la ventana para intentar verlo. Allí, entre ríos y montañas, había cuarteles, tumultos, guerras y bombas. Los hombres se estaban entreteniendo en lapsos de una o dos generaciones. Algunos buscaban ciertos tipos de trascendencia, ¡gran lirismo! Otros, en número creciente, jugaban a sentirse supenores al de al lado, gracias a una cada vez más compleja formación académica.Fuertes y débiles, según los parámetros dictados por cada Estado, por cada sociedad, se abrazaban cada noche a la televisión, ahogando su iniquidad a sorbos de sida y plutonio inyectado como experimento. El riesgo como escape tenía como respuesta una multa o un cáncer de pulmón.

También existían facultades universitarias en las que se fomentaba una integración social ficticia entre modas y generaciones X, con las que nadie se sentía identificado.

Las personas se habían transformado en público y sólo se hablaba de soledad en las estadísticas de suicidio. Entre algunas de las nuevas categorías humanas estaba la del obeso como ser indeseable. El sexo se consideraba como algo peligroso, o como una sobredosis de satén fabricado en Hollywood.Algo nos obligaba a odiamos y los adolescentes bebían durante el fin de semana, para luego seguir estudiando en busca de alguna profesión rentable. Por cierto, y por suerte, el paso de los días seguía siendo un misterio.

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A lo lejos sólo se perfilaba incomprensión, punto de partida para una carrera hacia la nada. De hecho, nada era demasiado importante salvo el contacto de dos manos tibias entrecruzando sus dedos (pues no me había asomado solo) ante el silencio de una noche violada por farolas halógenas.

La verdad es que eran dos manos estremecidas ante esta realidad. Ante tanta realidad.-

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