Tan sólo dolor
DOS HOMBRES y una mujer asesinaron ayer al guardia civil Benigno Villalobos en una calle de Trapagaran, en la margen izquierda del Nervión, cerca de Bilbao. Tres hijos de la víctima -de 16, 12 y 7 años- recibieron la noticia una hora después, a las nueve. La capilla ardiente se instaló en el Gobierno Civil de Vizcaya, en Bilbao. Un muerto, tres huérfanos, una viuda y tres asesinos más, profundamente sumidos en el encanallamiento. ¿Algo más? No.Otra muerte inútil. Más dolor sin razón. Un vacío más. Y la triste certeza de que aún encuentra ETA individuos tan intoxicados de odio o tan envilecidos en su ruina personal que buscan redención y un proyecto personal en este tipo de ekintzas (acciones), como llaman ellos a estas autoafirmaciones mediante la muerte. Matamos, luego existimos, y por fin podemos volver a emitir un comunicado. Valiente empresa en la que aún parece embarcarse algún joven vasco.
Lo remataron en el suelo. Heroica acción, dirán sin duda los corifeos de Herri Batasuna, los que se alimentan de estos crímenes desde cómodos despachos o escaños en parlamentos y municipios. Algún otro quizá incluso medite algunos días antes de exponer sus tesis sobre la violencia de ambas partes o sobre la guerra que Benigno, ese padre de familia nacido hace 39 años en Lemóniz, Vizcaya, libraba contra el pueblo vasco.
A la noticia de su muerte siguió horas después la de la detención en Barcelona de Pipe San Epifanio, antiguo dirigente de HB que decidió quitarse la careta y pasar a la acción directa. En pocos meses había conseguido el dudoso privilegio de convertirse en uno de los etarras más buscados. Su detención evitará sin duda que alguna familia pueda librarse en el futuro de la tragedia que vive hoy la de Benigno Villalobos.
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