En prisión la madre y la abuela del bebé asfixiado
La madre y la abuela de la pequeña Zuleica, la niña de 19 meses que murió por asfixia el pasado 28 de marzo al atragantarse cuando le daban de comer, ingresaron ayer en prisión por orden judicial.La juez que lleva el caso decidió el encarcelamiento preventivo de Soledad Nieto, de 24 años, y de su madre Josefa, de 49, acusadas de causar la muerte a la pequeña por imprudencia, al darle de comer de forma violenta.
El cadáver del bebé mostraba heridas en la lengua y las amígdalas, y el esfínter anal muy dilatado, lo que alertó sobre un presunto maltrato. Esta hipótesis se ha reforzado con las declaraciones de las vecinas del inmueble de Concepción Jerónima 24. El pasado jueves 21 de abril las vecinas, de diferentes edades, repitieron sus acusaciones de maltrato ante la titular del juzgado 44, María Luisa Lázaro de Trueba. Ya en el verano de 1993, denunciaron la situación en comisaría. El caso fue archivado.
Hace siete años a esta mujer envejecida, pobre y desequilibrada, le retiraron la tutela de otra hija, que fue dada en adopción. Ella reconoce que no trataba bien a aquel bebé, pero nunca ha admitido culpabilidad en lo que le ocurrió a Zuleica. Tenía a gala que su pequeña estuviera gordita y bien vestida. Pero en la vecindad los gritos a menudo eran insoportables y la sospecha crecía.
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El servicio de menores descartó tutelar a la pequeña Zuleica
VIENE DE LA PÁGINA 1La niña Zuleica y su familia eran bien conocidas por los servicios sociales del distrito Centro, en el que vivían, y por la Comisión de Tutela del Menor. El 21 de agosto de 1992, cuando la pequeña tenía sólo veinte días de vida, los trabajadores sociales del distrito recibieron ya la primera llamada vecinal para que intervinieran en su ayuda, al sospechar que la pequeña estaba siendo sometida a malos tratos.
La muerte de la niña ha dejado una sensación de malestar -acompañada por otra relativa a cierta ineficacia oficial- entre vecinos de la familia de Zuleica y asistentes sociales vinculados al caso. "¿Por qué no se intervino antes de que sucediera algo grave?", se preguntan.
El 10 de marzo de este año, dos semanas antes de que la pequeña falleciera, el Instituto Madrileño de Atención a la Infancia (IMAIN), de la Comunidad de Madrid, decidió considerar que "no hay motivo de intervención de la Comisión de Tutela del Menor en este caso". Y ordenó que el expediente se archivase.
El día de la muerte de la pequeña, responsables de la Comisión de Tutela explicaron a este periódico que se había realizado un seguimiento de esta familia porque la pareja tenía frecuentes trifulcas. Y que, de agosto a diciembre, no hallaron ningún indicio de maltrato.
El pasado diciembre, los padres se separaron y no vieron motivos para seguir alerta. "Si se hubieran dado nuevos indicios de riesgo nos hubieran avisado los servicios sociales del distrito, como ya hicieron antes", aseguraron. Sin embargo, en toda la vecindad, durante ese tiempo persistía la alarma.
Los asistentes sociales municipales visitaron en tres ocasiones el domicilio. Nadie abría la puerta. Finalmente la madre y la abuela acudieron con la pequeña a una cita.
Deterioro psicológico
De aquella entrevista los trabajadores sociales elaboraron un informe preocupante que revelaba la inmadurez de la joven madre, su deterioro psicológico patente en el abandono físico, los graves problemas con su pareja de la que estaba intentando separarse y la alimentación inadecuada y el descontrol horario al que estaba sometida la pequeña. Existía además el precedente de otra hija, que tuvo que ser dada en adopción.
El 28 de marzo por la tarde Zuleica ingresó cadáver en el ambulatorio Hermanos Miralles, en el número 52 de la Ronda de Segovia. La llevaron allí su madre, Soledad y su abuela Josefa. Por algún motivo, no acudieron al centro donde la niña recibía asistencia pediátrica habitualmente. Los sanitarios observaron las heridas de la lengua y amígdalas y avisaron al juez de menores y a los agentes de Homicidios. Existían fundados indicios de malos tratos.
Soledad admitió que a veces le ataba las manos a la niña para que no tirase los alimentos de la cuchara al darle de comer.
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