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Rominger marca el territorio

El suizo se mostró implacable y sacó más de dos segundos por kilómetro a Alex Ulle

Carlos Arribas

Primera etapa: Valladolid-Valladolid: 9 kilómetros.GANADOR ETAPA: 1º. Tony Rominger (Clas-Mapei), 10,35 minutos, a una media de 50,965 kilómetros por hora. 2o Zülle (ONCE), a 20 segundos. 30. Melchor Mauri (Banesto), a 24 segundos.

PRIMER ESPANOL: Melchor Mauri (3o).

INCIDENCIAS: Circuito urbano. Jesús Montoya cedió 38 segundos; Pedro Delgado, 39; Erik Breukink, 43; Oliverio Rincón, 49. Rominger dobló al polaco Zenon Jaskula, tercero en el último Tour.

LÍDER DE LA GENERAL: Tony Rominger. PRIMER ESPAÑOL: Melchor Mauri (3o, a 24s).

La ambición de Tony Rominger (Mapei-Clas) parece tener el mis mo límite que el de su desarrollo físico: ninguno. Sus ganas de vencer se imponen a cualquier consideración por el protocolo y por el carácter simbólico de los prólogos. Superan el miedo y el cálculo del riesgo. Tiene prisa por comenzar a marcar el territorio, por dictar su ley, unas normas a las que deben someterse todos los demás. Privilegio de campeón. Si el año pasado se quedó anonadado por el vuelo de Alex Zülle, al que cedió 30 se gundos, ayer no quiso tener que remontar: aventajó en 20 segundos, más de dos por kilómetro, a su joven compatriota.

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En un circuito callejero es difícil conseguir grandes medias Hay que acelerar al máximo en las rectas, mover con agilidad y potencia desarrollos descomunales; tocar el freno lo menos posible; salir de las curvas a plena velocidad; hay que saber mover la bicicleta con habilidad y cerrar los ojos en las curvas, no pensar que te puedes ir. Hasta que Rominger no tomó la salida -fue el último en hacerlo como campeón vigente-, nadie se había acercado a los 50 kilómetros por hora, una de las barreras del ciclismo. Hasta que terminó el suizo de 33 años: 51,024 kilómetro por hora. "Las curvas, las curvas" repetía su director, JuaFernández.

Mauri, tercero

Parecía imposible que alguien las tomara mejor que Melchor Mauri. El ciclista catalán pasaba como una exhalación, sin apenas mover el manillar. Elegante y fluido movía el desarrollo más fuerte de todos (55 / 12). Concentrado en la carretera con su aspecto de jugador de waterpolo -los corredores del Banesto lucieron unos casquetos anatómicos al estilo de la atleta Florence Griffith, en lugar de los habituales cascos aerodinámicos-, Mauri creía revivir su gran momento, cuando, también en Valladolid, voló para ganar la Vuelta de 1991. Pero quedaban unos cuantos por salir, un par de suizos, por lo menos, que le devolvieron a la realidad. Y, sin embargo, no fue tan dura. Mauri culminaba casi a la perfección, un trabajo de equipo, algo extraño en una contrarreloj individual. A lo largo del día, los corredores del Banesto (Mike1 Zarrabeitia, Vicente Aparicio, Marino Alonso) habían ido marcando los mejores tiempos. Todo eran buenas referencias para la hora del catalán.

Alex Zülle (ONCE) tenía ganas de vencer. Era parte de la estrategia de su equipo. "No renunciamos a nada desde el principio", decía su director, Manolo Saiz. Y tuvieron que doblarse. La capacidad explosiva de Zülle tuvo poco que hacer en un circuito más dado a la mezcla de potencia y habilidad. Y aun así, el suizo joven -26 años en julio también empezó a dejar claras sus pretensiones. Una temporada extraña, sin exhibiciones en carreras menores, sin apenas dejarse ver, tenía que terminar ayer. Y lo hizo a su manera. Mostró que había llegado a punto al momento justo. Disipó dudas.

Y Rominger no estaba tan contento como debería. O puede ser puramente una cuestión táctica. "No me lo esperaba", dijo, lacónico. Y empezó a repasar la historia. "El año pasado fue Zülle quien empezó de amarillo y en la última semana cedió. Espero que no me pase lo mismo. Ni yo ni mi equipo nos vamos a quemar para defender ahora el liderato", anunció. Tres semanas de amarillo pesan mucho y al cazador de victorias no parece ilusionarle mucho conseguir algo de eso que llaman histórico: líder desde el primero hasta el último día. Hasta ahora sólo tres corredores lo han hecho: Julián Berrendero, en uno de sus dos triunfos en los años cuarenta, el legendario francés Jacques Anquetil, en su única incursión de 1963, y el sprinter belga Freddy Maertens, en 1977.

Mientras tanto, empieza a echar sus cuentas y a mirar a los ojos a los rivales intentando que no le aguanten la mirada y bajen la cabeza. Rominger ve muy fuerte a Zülle, nada del otro mundo. Y quiere jugar a las cartas con él y su equipo. Quiere que el ONCE tome la iniciativa, que su joven compatriota se canse de hacer de hombre sombra, de defensa marcador. Quiere y no puede porque nunca se siente a gusto si no es él quien marca las reglas, si la carrera no se desarrolla a su dictado.

Y habla del Banesto, un equipo que sin Induráin ha entrado en la dinámica de su media naranja, el Amaya. Un movimiento de tropas sin un general a quien entregar la bandera de la batalla. Un despliegue de fuerzas amenazador. Un conjunto que despierta en los demás las ganas de hacerse sus amigos. De que sean sus aliados tácticos en la montaña que se avecina. Todos empezarán a tirarles los tejos de un momento a otro.

Pero los viejos zorros Mínguez y Echávarri no se conformarán. Juegan a aquello de hacer creer que tienen una carta en la manga. Y a fuerza de repetirlo todos lo creerán y, como por arte de magia, puede que al final salga esa carta. Puede que al final de esta primera semana, después de subir a Sierra Nevada el sábado, un Montoya o un Delgado aparezcan por ahí arriba. Y puede que cambien las reglas del juego. Y que hasta el metódico Rominger, el ambicioso, el devorador, tenga que plegarse y empezar a tener que soportar otras miradas desde arriba.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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