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El Barça persigue el rastro de la Liga

El Celta no pudo hacer nada ante la máquina de precisión azu1grana

Xosé Hermida

El Barça no pierde el rastro de la Liga. En un escenario cuya osquedad suele provocar escalofríos entre los equipos grandes, los de Johan Cruyff fueron una máquina de precisión: aprovecharon sin piedad sus oportunidades hasta lograr una goleada que habrá puesto los pelos de punta en La Coruña. No es que los azulgrana completaran una de esas faenas asombrosas pero les fue suficiente con cabalgar sin errores sobre los escombros acumulados por el Celta tras la final de Copa. La ventaja en la cabeza vuelve a recortarse y los de Cruyff vuelven a soñar con que el Deportivo se desmorone en el momento decisivo.Salió el Barça como un relámpago, con una determinación tan irrefrenable que a punto estuvo de dejar la papeleta resuelta en un visto y no visto. En la primera aproximación al área, cuando el balón llevaba corriendo poco más de 60 segundos, Stoichkov acertó en la diana. Andaba aún la defensa del Celta buscando la posición y el búlgaro aprovechó el despiste gallego para trazar una de sus mortíferas acometidas en diagonal. Cuando Cañizares soltó la mano, cara a cara con el delantero, el destino de la pelota ya estaba escrito.

Llegó el gol y Laudrup cogió la batuta. Fueron para los vigueses momentos de una angustia terrible porque el danés tendió puentes de plata al borde del área. De dos exquisitas asistencias de Laudrup brotaron otras dos ocasiones en que los delanteros y el guardameta se vieron las narices a solas. Begiristain y de nuevo Stoichkov desenfundaron demasiado tarde.

La impetuosa ofensiva de los azulgrana parecía no haber dejado piedra sobre piedra. En un suspiro, toda la estrategia de Txetxu Rojo -dejar el balón a quien lo trata mejor e intentar convertir el partido en un abrupto cuerpo a cuerpo- había rodado por los suelos. Pero el Celta, con un equipo de ocasión tras los daños acumulados en la final de Copa, permaneció fiel a sus principios. No se atolondró y decidió atenerse al plan inicial. Al Barça no le convenció demasiado aquella invitación a tomar té en la sala de estar del Celta, con su anfitrión esperando la oportunidad de huir por alguna ventana. Prefirió quedarse a la puerta de casa sobando el balón con paciencia.

En éstas le llegó al Celta su ocasión. Tanto andaba la pelota de un lado para otro que alguien terminó por equivocarse y la bola fue a parar a pies de Joseba Aguirre con todo el campo por delante. El vasco encaró a Zubizarreta y le faltó frialdad. Ahí arruinó su hacienda el Celta. La jugada le hizo revivir y durante el último cuarto de hora de la primera parte supo llevar el partido a su terreno. Pero nunca volvió a encontrar un resquicio tan despejado como el que malgastó Joseba Aguirre. Contra un rival tan superior, una ocasión así acaba costándote la vida.

De nuevo los minutos iniciales de la segunda parte fueron el momento escogido por el Barça para lanzar su avanzadilla. Y esta vez la operación logró arrasar por completo al adversario. Unicamente necesitó el equipo de Johan Cruyff seguir explotando las aperturas en diagonal. La zaga gallega, donde sólo Salinas hacía recordar la alineación habitual, no estaba para frenar esas sutilezas. Los dos goles fueron tan idénticos como dos fotocopias. El primero nació en Guardiola y acabó en Stoichkov, que esta vez salvó la salida de Cañizares con una vaselina. Sin tiempo para que el rival se sobrepusiera, llegó la tercera estocada, con un trazado similar y Bakero y Amor de protagonistas.

El Barça se echó en la tumbona y a punto estuvo de costarle un disgusto. El Celta sacó pecho, tiró el guión a la papelera y se tiró de cabeza sobre el rival. Gudelj y Andrijasevic erraron ante Zubizarreta e ¡mpidieron que su equipo volviese a meterse en el partido.

El gol de Quique Estebaranz con el tiempo agotado fue sólo una Anécdota. Para entonces el banquillo del Barça ya hacía cuentas pensando en una remontada tan espectacular como la de las dos últimas ligas. El Deportivo volvió a mostrar su flaqueza en Lleida y los azulgrana le espetaron en la cara la goleada de Balaídos.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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