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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La historía son los ojos

Manuel Rivas

Nadie podría hacer una bandera con los ojos de un niño asustado. Pero la complicidad de un escritor y una cámara sensible. pueden convertir esa mirada en símbolo de una época y resumir toda la incertidumbre con que se mira el mundo desde el territorio de la inocencia. He visto esos ojos en la niña Ana Torrent, de El espíritu de la colmena. Han vuelto a aparecer ayer noche en el pequeño Néstor de Un día volveré.

¡Dios, esa mirada! Allí estaba todo el pan negro, los ladridos de la noche, un motor lejano, la radio sentimental, el mantel de hule, el olor de la lejía, y miles de preguntas que ni siquiera hoy tienen respuesta. Allí estaba el inolvidable poema de Gil de Biedma a Juan Marsé, Noche triste de octubre, 1959: "Definitivamente parece confirmarse que este invierno que viene será duro". Quien es capaz de captar esa mirada tiene media serie resuelta.

Fue paciente la espera y abrumaba los sentidos el soniquete de tragaperras de Qué apostamos. La televisión es una caldera de épocas que nos cruza los cables. De repente, la calderilla del concurso cae al suelo, deja de tintinear y sale cara: una peseta de las de Franco. Al ritmo virtiginoso de las apuestas disparatadas, sucede la lentitud brumosa de la memoria.

Tan cinematográfica, tan de thriller en su ambientación y fotografía, Un día volveré parece ir, sin embargo y adrede, contra las leyes de la acción. Y nuestra mirada agradece esa demora, ese desplazamiento en progresión retardada de la cámara, como una venganza contra el tiempo.

Todo es derrota, incluso para los que creyeron ganar. La acción de los personajes está más que nada en su rostro (fetén, como siempre, Charo López, y muy convincente Nacho Martínez), con las secuelas de la vida impresas en la piel.

Ya decía Bogart: "No me borren las arrugas, que me han costado mucho trabajo". En ese clima de antihéroes que se mueven en las telarañas de un fracaso colectivo, la excepción es el adolescente Néstor, muy bien encarnado en su impaciencia, en la necesidad de que algo tiene que pasar, por el actor Achero Mañas.

Un día volveré está basada en la novela de Juan Marsé, que colaboró activamente como guionista. Marsé, ya se sabe, es por sí solo una nación, una de esas repúblicas que da buena sombra. Trabajos como éste muestran cuán gratuito y rancio puede resultar el dichoso conflicto entre arte visual y literatura y cuán relativo puede ser el efecto negativo de la televisión contra la lectura.

No hay una buena película o una buena serie sin un buen guión. No hay cosecha visual sin campesinos de las palabras. Como ya sucedió con Los gozos y las sombras, muchos espectadores descubrirán seguramente a un gran escritor gracias a esta serie. Ójala también los programadores y directivos televisivos, afiliados casi todos al Partido Comodista, descubran el potencial de ideas y mundos que ofrece la literatura que tienen ante sus narices.

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