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Reportaje:

"Póngame con Cariño"

María Antonia Arias, la primera botones de Telefónica, rememora sus 40 años en la compañía

El uniforme azul marino de cuellos blancos hacía inconfundible a las telefonistas que en la década de los cincuenta se apresuraban, desde la central de Gran Vía, a tomar café en el bar de los almacenes Sepu. Se las podía oír poner a caldo a las operadoras de Piedralaves o de Arenas de San Pedro, que "eran unas hueso y no dejaban ni un minuto la línea libre". Una de aquellas muchachas era María Antonia Arias Berzal, una madrileña que tiene ahora 57 años y empezó a trabajar en Telefónica cuando tenía sólo 17. Ella fue la primera mujer "mensajera" (botones) de la compañía, en el departamento de tráfico telefónico, hasta que pudo ocupar, unos meses más tarde, un puesto como telefonista.La Compañía Telefónica Nacional de España se había fundado en Madrid el 19 de abril de 1924. Ayer se cumplió el 70º aniversario. Cuando María Antonia ingresó en 1954, la empresa tenía ya unos 15.000 empleados y en lista de espera de línea había 200.000 demandas. Su primera misión fue la de ordenar y clasificar las numerosas peticiones de conferencias que se demandaban cuando el servicio no estaba automatizado y era de rigor marcar el 09. Durante las cuatro décadas que han transcurrido desde entonces, María Antonia ha vivido, durante ocho horas diarias, enchufada a una operadora.

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En la década de los cincuenta, el teléfono no era ni mucho menos habitual en los hogares españooles -había menos de un millón de aparatos en todo el país- y seguramente muchos sólo sabían del milagroso ingenio a través de las películas. "La gente no sabía utilizarlo y tanto en los locutorios como en los avisos de conferencias se producían situaciones graciosísimas", rememora María Antonia, quien fue víctima, nada más entrar, de la confusión a que puede dar lugar la rica toponimia ibérica: "Mi primer aviso fue de un señor que me dijo que le pusiera con Cariño. Pensé que me estaba tomando el pelo hasta que la supervisora me aclaró que el afectuoso nombre correspondía a un pueblo de La Coruña".

A pesar de que las condiciones laborales eran infinitamente más duras -había que pedir permiso hasta para ir al lavabo- y la técnica mucho más rudimentaria -las conferencias tenían demoras de dos y tres horas y hasta de dos días-, María Antonia habla con nostalgia de aquellos años, en los que asegura que los usuarios tenían más paciencia y eran bastante más comprensivos que ahora.

Abonados 'domingueros'

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Escuchar las conversaciones estaba prohibido, por supuesto, pero no había forma técnica de evitarlo y la tentación era a veces más fuerte que la norma. "De noche, cuando había menos peticiones, era más habitual entretenerse con alguna conversación ajena. De día era prácticamente imposible, porque no teníamos un minuto libre. Había casos en los que reconocíamos la voz de una determinada persona, sobre todo si era famosa, como ocurría con la vedette Queta Claver, que llamaba todas las noches, sobre las diez, a su novio, Muñoz Román, y se convirtió en el culebrón de la sala de operadoras".

En la actualidad, María Antonia Arias continúa trabajando en el teléfono de información 003 y se queja de que todavía muchos abonados no sean capaces de entender el funcionamiento de este servicio: "Hay quien te pide el número de una señora que vive en el tercero de ese edificio tan alto que hay en la esquina de de Fuencarral, o el de su hijo que está haciendo la mili en un cuartel del paseo de Extremadura. Y si no les puedes dar la información, te cuelgan o te insultan y, a pesar de que ya debería estar acostumbrada, me sienta fatal. Tienes que hacer esfuerzos para que el siguiente no lo pague".

"Los usuarios más despistados", añade, "son los de la tarde y los de los fines de semana, los 'domingueros'. Los de la mañana, en cambio, suelen ser de oficinas y tienen claro lo que quieren".

Pero lo que peor le sienta son las bromas, generalmente obscenas, con que son castigadas a diario por adolescentes ociosos o viejos verdes. "Contabilizo una media de cinco llamadas diarias de este tipo, y los domingos pueden llegar hasta 40. Me dicen tales barbaridades que no me atrevo a contárselas ni a mi marido. Antes las bromas las hacían sólo los hombres, pero, desde que hay personal masculino en nuestro servicio, también se lanzan las chicas".

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