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La regla del juego

Aunque de los 17 años de experiencia electoral transcurridos desde 1977 hemos estado 12 con mayoría absoluta o casi absoluta y sólo en los cuatro primeros y en el último ternos vivido en el marco de la mayoría relativa, mi impresión es que los resultados de las consultas de los primeros años (generales de 1977 y 1979) y los del 64 pasado son más expresivos de la realidad del país, más normales que los producidos en la década de los ochenta, y que es hacia una distribución del voto de este tipo hacia lo que el país tiende de manera natural.

De acuerdo con esta tesis, las elecciones generales de 1982 habrían supuesto el momento de máxima ruptura del punto de equilibrio electoral hacia el que el país tiende y al que progresivamente nos habríamos ido aproximando desde entonces.

Ello quiere decir que en circunstancias políticas normales, lo determinante para formar Gobierno en España va a ser la capacidad del partido nacional español de centro-derecha o de centro-izquierda para cerrar pactos con otros partidos, bien de ámbito nacional, bien de ámbito de nacionalidad o región.

Quien esté en condiciones de pactar, lana. Quien no esté en condiciones de hacerlo, pierde. Esta- es la regla del juego.

Ahora bien, la capacidad de pactar no es el resultado de la transposición mecánica de unos resultados electorales. Que las cuentas salgan es condición necesaria, pero no suficiente, Pues la capacidad de pactar, además de electoral, tiene que ser polítca. Y tiene que ser política antes que electoral. Sin ella, el pacto electoral a posteriori para repartirse el botín sirve para muy poco, conduciendo casi con toda seguridad, y más bien a la torta que a la larga, a alguna de las manifestaciones del rosario de la aurora entre los sujetos de tal pacto. Ahí está la experiencia italiana del polo de la libertad.

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Por eso, creo que ha sido de sumo interés la entrevista mantenida recientemente por una delegación del PP, encabezada por José María Aznar, y otra del PNV, encabezada por Xabier Arzalluz. Tanto por la forma en que se ha preparado, como por cómo se ha celebrado y se ha dado a conocer a la opinión pública, parece que el centro-derecha español ha entendido cuáles son las condiciones en las que va a tener que librar los próximos enfrentamientos electorales y políticos y se está preparando para ello.

Obviamente, es mucho el trayecto que todavía le queda por recorrer al centro-derecha español, pues los desencuentros han sido tan frecuentes en el pasado y han generado tantas desconfianzas, que no puede ser fácil crear un clima de entendimiento de un día para otro. Pero que ése es el camino, parece indudable. La debilidad del PP en el pasado no provenía sólo de la fortaleza del PSOE, sino de su soledad, de su aislamiento. El PSOE no sólo tenía más votos, sino que tenía capacidad de pactar con otras fuerzas. Todavía la sigue teniendo. Una vez nivelados los resultados electorales, es éste el terreno en el que el PP tiene que competir. Esto va a ser lo decisivo.

Pues las mayorías no son nunca naturales, en contra de lo que pensaba Manuel Fraga. Las mayorías en democracia son siempre políticas y hay que construirlas. En España eso supone pactar. La incapacidad de hacerlo ha sido el gran obstáculo para que la derecha española pudiera gobernar democráticamente y ha sido una de las razones por las que nuestra experiencia democrática ha sido tan breve. Todavía continúa siendo el talón de Aquiles y la asignatura pendiente del centro-derecha español. En el tiempo que queda para las próximas elecciones generales tendrá que demostrar que está en condiciones de aprobarla.

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