El rastro de General Vara del Rey se exilia hoy a la calle del Rosario
"Nos han buscado la ruina". Los 94 comerciantes del rastrillo de diario de la plaza de Vara del Rey (Centro) recibieron ayer sin alegría los nuevos puestos que les ha adjudicado el Ayuntamiento en la calle del Rosario (detrás de la basílica de San Francisco el Grande). No les gusta el nuevo mercadillo que inauguran hoy: "Una porquería", espeta Angelita, una señora de 66 años que lleva más de 40 en el Rastro.
Los ambulantes venderán a partir de hoy todos los martes y sábados ropas, zapatos y "lo que salga" en un terreno sin asfaltar y poco resguardado del viento, según comentaban ayer. El salón de Plenos de la Junta Municipal de Centro se llenó con los rostros curtidos de los comerciantes (la mayoría gitanos) que esperaban a que empezase el sorteo de los 94 puestos que se instalan hoy en la calle del Rosario.Los funcionarios de la junta habían previsto un método casero de sorteo, un bombo de plástico con sus bolas de bingo de sobremesa familiar. Pero sólo disponían de 90 números y decidieron sacar una urna transparente en la que se introdujeron 93 papeletas.
El puesto número 94 se adjudicó "a dedo" a uno de los vendedores. "Es el último puesto y el peor", explicó uno de los portavoces de los comerciantes, Lisardo Hernández, "donde no cantó gallo ni gallina". "Pero ha aceptado", añade, "para no molestar a los de al lado, porque se le arremolina mucha gente en el puesto".
Una mano inocente (la de uno de los afectados) sacó una sola papeleta y decidió la geografía del nuevo rastrillo. "Ni es rastro ni es ná", decían algunos. Pero los ilegales (vendedores que no tienen licencia municipal) se quedan sin un sitio.
"Si no se les permite ganarse la vida no se pueden legalizar", argumenta Lisardo Hernández. Y en el corrillo a su alrededor empiezan a hacer las cuentas con los dedos: tanto de autónomos, cuanto de impuestos y otras miles de licencia fiscal, y lo que pagamos por esto otro.
"¿De qué vamos a dar de comer a nuestros hijos si no viene nadie a comprar?", se queja una mujer ante la incertidumbre por la suerte que les espera en el nuevo mercadillo. "¿Qué mujer va a irse a esa calle a comprarnos?", pregunta Emilio, de 23 años, que se declara vendedor del rastro desde los cuatro.
Barro y pendiente
Hérnández añade que el terreno está en pendiente, el suelo es de arena y se llenará todo de barro cuando llueva. "Y la adecuación del sitio que se va a hacer será mínima, lo justito, justito", dice. El portavoz está preocupado porque ha oído rumores de que los habitantes de la calle del Rosario protestan por la ubicación de los vendedores en su barrio. "Así nos reciben, con palmas y vivas", ironiza Hernández.
A Angelita le ha tocado un puesto número seis que le resulta indiferente. "Total, voy a tener el mismo vecino", musita encogiendo los hombros. "Es una cabronada", apuntó otra señora.
El Pleno de la Junta municipal de Centro decidió en febrero eliminar este baratillo de los días laborables en Vara del Rey. Todos los grupos políticos estuvieron de acuerdo. Había numerosos vecinos y comerciantes que se quejaban de los problemas de tráfico y aparcamiento creados por el mercado. Y, sobre todo, protestaban porque entre el batiburrillo de compradores se deslizaban numerosos peristas y toxicómanos que acudían a vender objetos robados.
El Ayuntamiento esgrimía las ordenanzas para justificar la clausura de un mercadillo instalado hace ocho años con todos los parabienes municipales. Y marcó una fecha, el 19 de marzo, para desmantelarlo. Ese día, el consistorio envió a la policía municipal para impedir a los vendedores montar sus puestos. Pero no les ofreció ninguna solución.
Ellos protestaron y pidieron al equipo de gobierno local que les dejase permanecer en Vara del Rey hasta fin de año o que les trasladase al Campillo del Mundo Nuevo, situado al final del Rastro.
Una semana después, tuvieron que aceptar la única alternativa ofrecida por la concejala de Centro, María Antonia Suárez: el traslado provisional a la calle del Rosario. Allí podrán permanecer hasta que presenten al Ayuntamiento otro enclave alternativo que, por exigencias del consistorio, no debe estar en Centro sino en otro carente de baratillos.
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