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Un proceso que fue una farsa

La obra monumental que acaba de publicar el experto en temas bíblicos, el padre, Raymund E. Browm, La muerte del Mesías, se plantea muchas cuestiones sin respuesta sobre la Crucifixión de Jesús. Es un libro de 1.608 páginas, con el parecer de más de 2.000 biblistas. Y entre todas las cuestiones hay dos cruciales: quién y por qué lo crucificaron. Según el biblista español Juan Mateos, existen pocas dudas de que fueron los judíos quienes incitaron a su muerte y que lo asesinaron por subversivo contra el orden judío"."El iux gladi pertenecía a los romanos", afirma el biblista, "por eso la condena tiene que pronunciarla el poder romano, pero quienes piden que lo maten son los judíos". Y añade: "Era lógico. Piense que el odio que tuvo que despertar debió de ser enorme, dado que Jesús estaba haciendo añicos todos los símbolos culturales del judaísmo, desde el Templo a la misma familia. Pone todo el sistema patas arriba. Por eso el proceso debió ser una farsa. Ya no podían Más con él".

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Y es que en realidad aquel profeta incómodo para sus contemporáneos, según el jesuita español, "no era un genio, era un subversivo. Un genio es el que por su talento o iniciativa rompe los límites de su cultura y los amplía. Jesús no enriquece la cultura judía, simplemente la destruye. Hace pedazos todo el sistema simbólico de aquella cultura que consideraba doblemente peligrosa porque era opresiva nada menos que en nombre del verdadero Dios, lo cual es gravísimo. Que Stalin sea un tirano, pues muy bien, bueno, muy mal, pero que en el único lugar de la Tierra donde se dice que Dios se había manifestado se falseara su imagen, convirtiéndolo en un tirano del hombre, eso era mucho peor. Y Jesús quiere acabar con todo aquéllo. Sentía la responsabilidad de toda una historia de salvación que fracasaba miserablemente".

De ahí también la diferencia fundamental, según el biblista Juan Mateos, entre Jesús y otros fundadores de religiones, los cuales se atienen a perfeccionar al hombre enseñándole a explotar todas sus potencialidades más interiores. Como hizo, por ejemplo, Buda. Jesús también buscaba la perfección del hombre, pero para algo muy concreto: para fundar una sociedad nueva, menos opresiva, en la que el hombre pudiera vivir libre y feliz. De ahí que cuando le preguntaban qué había que hacer para salvarse, les decía a los judíos que cumpliesen la ley, que fuesen buenos judíos, y a los paganos que fueran generosos con el prójimo. Para salvar el alma basta en realidad con ser honrado. Jesús buscaba algo más: cambiar aquí las cosas". Por eso mismo, concluye Mateos, el gran error de la Iglesia es afirmar que Jesús vino a "salvar las almas; por eso nunca le hubieran crucificado".

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