El Tenerife no pudo atar a Romario
Romario vistió al Barça de líder provisional la noche en que el Tenerife jugó como si fuera el primero. Pareció como si Valdano ya trabajara para el Madrid y quisiera devolverle todo lo que le ha quitado. El colectivo isleño desnudó al azulgrana de pies a cabeza, y ante la grada del Camp Nou apareció el zapato de Koeman y la aureloa de Romario. No hay antídoto todavía contra la divinidad del ariete brasileño. El partido estuvo del bando forastero y, sin embargo, el marcador se volcó hacia el lado local.Fue el Tenerife un equipo tan abierto como cerrado el Barcelona. Los azulgranas van con la calculadora en la mano (13 de 14 puntos) y los blanquiazules venden más que compran (son el segundo equipo más goleado en campo contrario). El atrevimiento del conjunto de Valdano fue descarado. Le negaron el campo y el balón al grupo de Cruyff desde que abrió abrió la contienda.
La bota de Koeman resultó una bendición del cielo para los azulgranas. El libre holandés dobló las manos de Manolo con su zapatazo a balón parado. Un golpe muy puntual que permitió a su equipo encontrar una razón para refugiarse e instó al contrario a perseverar en su acoso. El achique de espacios funcionaba en el colectivo de Valdano. El adelantamiento tanto de la zaga como de la línea de recuperación de balón dejó al Barcelona en fuera de juego en ataque y con el culo al aire en defensa.
Cruyff había apostado por los peloteros en defensa (Iván cubría la baja de Ferrer en el lateral) a cambio de corredores de fondo en la medular (Eusebio actuó en detrimento de Begiristain). Querían barrer los azulgranas en el medio campo para lanzar a Stoichkov al galope. El cuero, sin embargo, no corría. Un patinazo de Koeman, desaprovechado por Latorre, disparó la alarma. No había atención en la zona trasera, y el empate se mascaba en cada jugada, pese a que Romario no acertó a remachar una pelota franca, salida de la confusión que generaron los despechos de Redondo y Stoichkov al filo del descanso.
La igualada llegó en la reanudación cuando el Barcelona pareció espabilar. Fue todo muy rápido. Sonó el tercer gol de Chamartín y en el Camp Nou todo fueron desgracias. Empató Dertycia, y la hinchada temió por el resultado. Pero apareció Romario y disipó las dudas. Paqui se quedó cuando la línea trasera avanzaba, y el brasileño cruzó la bola al poste contrario de Manolo.
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