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Los topos de Maglaj

Ramón Lobo

ENVIADO ESPECIALSin electricidad desde hace 10 meses, los habitantes de Maglaj se han acostumbrado, como los topos, a la oscuridad, pero en este tercer día consecutivo sin disparos inundan el paseo central para seguir dando, incrédulos, la bienvenida al primer convoy de ayuda humanitaria.

Los últimos tiempos han sido terribles para Maglaj. Sus 35.000 habitantes, de ellos 10.000 refugiados de otras zonas de Bosnia, han malvivido en sótanos, con la cara bien pegada al suelo para evitar la muerte que venía de las posiciones serbias, en el límite de las casas del norte de la ciudad.

Una perfecta y solidaria organización interna y la ayuda lanzada en paracaídas desde aviones norteamericanos les han permitido sobrevivir en este calvario que parece tocar a su fin. "¡Lo deseo tanto!", dice Ema, que ya no recuerda cuándo comió carne la última vez.

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