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2.000 vecinos del barrio del Pilar se plantan contra la violencia en la calle

El parque de la Vaguada nunca había estado tan sombrío y triste. Una semana después de que allí muriese apuñalado Raúl Martínez, de 24 años, vecinos y amigos recorrieron ayer por la mañana esta zona verde para reclamar justicia y condenar el crimen. En el mismo lugar donde un joven magrebí le asestó siete puñaladas mientras tocaba la guitarra, los manifestantes pasearon en silencio enarbolando varias pancartas con una consigna común: "Todos contra la violencia". Los vecinos insistieron en que no protestaban contra los inmigrantes. Algunos norteafricanos se sumaron al acto colocando flores.

La muerte de Raúl Martínez ha tenido conmocionado al barrio del Pilar durante toda la semana. Pero tanto dolor no podía diluirse. Sus amigos y la Asociación de Vecinos La Flor decidieron convocar una concentración de duelo y expresar su rechazo a la violencia callejera. Esperaban un gran apoyo, pero nunca hubieran creído que podrían concentrar a tanta gente.Al mediodía de ayer, cerca de 2.000 personas se reunieron en el domicilio de Raúl Martínez, conocido, cariñosamente como El Rulos. Luego se dirigieron hasta el parque donde se apagó su voz. Nadie se atrevió a romper el silencio de la impresionante marcha. Sobraban las palabras. Lo más esencial se podía leer en cuatro pancartas que portaban los colegas de Raúl: "Los parques son para disfrutar, no para morir"; "hoy por ti, mañana por mí; piensa que podrías haber sido tú"; "tu muerte no es un fin, todos contra la violencia", y "no te olvidamos, Raúl".

Tras recorrer los jardines de la Vaguada, un vecino, Luis Carnes, se dirigió a todos los presentes en nombre de la familia: "No queremos que nadie haga leña de este asunto, ni que se interprete como un acto de xenofobia contra los magrebíes", exclamó. Tras aludir al carácter afable de Raúl, dirigió unas palabras a los inmigrantes: "Que se queden aquí, pero con trabajo, y que cojan nuestras costumbres y se integren de verdad".

Después, todos guardaron un minuto de silencio y arrojaron flores sobre el lugar del homicidio. Una de las amigas de Raúl leyó, muy triste, los fragmentos de Dolorido, una canción que cantaba con frecuencia Raúl. Detrás de ella se colocó una pancarta: "Su música seguirá sonando en el cielo y en nuestro corazón".

La serenidad reinante contrastaba con los susurros de un grupo de ciudadanos que pedían acciones contundentes. "Todo el mundo sabe lo que hay en ese poblado de Peña Grande, y nadie hace nada, sabiendo que es un foco de delincuencia y problemas". Algunos jóvenes también expresaban con rabia su dolor por el crimen: "El barrio del Pilar era una zona tranquila y ahora es una ruina". Lo más lamentable para varios vecinos es la ineficacia de la policía. Según Manuel Romero, mecánico de 48 años, "cada vez hay más robos y más problemas, y, curiosamente, ocurren delante de los agentes".

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Justicia para el cerrajero

Entre la multitud de personas conmocionadas por la muerte de Raúl Martínez, una mujer y su hija también exigían con vehemencia justicia. "Que los asesinos cumplan la pena íntegra". Quien así hablaba era Dionisia Lobo, la esposa de Carlos Herrero, el cerrajero asesinado a golpes en el centro de Madrid por dos magrebíes. Mientras recordaba con dolor la muerte de su marido, su hija y varios amigos iban recogiendo firmas de apoyo. "Las personas que mataron a mi padre podrían ser castigadas a 30 años de cárcel, pero sólo van a cumplir una tercera parte de la condena", decía Belén Herrero, hija del cerrajero. Su familia pretende entregar todas las firmas que obtengan a las familias de las víctimas del crimen de Alcásser (Valencia) para que Justicia castigue con penas altas los crímenes.

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