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Entrevista:

"Quien dice una verdad se expone a ser lapidado"

A sus 58 años, sigue tomando cuatro o cinco cafés en una mañana, pero ya no apura las madrugadas para conseguir éxitos, como cuando era vicepresidente del Gobierno con UCD (de 1977 a 1980).Pregunta. Algún ministro ha dicho en privado que el ciudadano como usuario se ha convertido en un niño mal criado.

Respuesta. La gratuidad de los servicios no es la mejor escuela de ciudadanía. Lo que es gratis no se valora, no se agradece y acaba no siendo útil.

El empeñarnos en decir a la gente que un Estado providencia le va a resolver todos los problemas es imposible, y tampoco es una buena escuela de ciudadanía. Es mejor escuela el pedir esfuerzo, sobre todo al que está en condiciones de poder darlo; operar por círculos concéntricos: yo, Estado, le puedo ayudar a usted en la medida en que usted se ayude a sí mismo, su círculo de conciudadanos le ayude, y finalmente le ayudaré yo.

P. Usted suele decir que siempre hay que intentar comprender la posición de los demás. ¿Qué es lo que menos comprende de los y lo que le resulta más incomprensible de los populares?

R. Para que el diálogo sea verdadero hay que pedir prestadas las orejas del otro y escuchar lo que él dice con sus propias limitaciones. Lo que les pediría a los políticos con responsabilidades es que nos digan la verdad.

P. No están diciendo la verdad...

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R. No queremos escuchar la verdad nosotros. Y como no queremos escuchar la verdad, los políticos, que tienen también el deber de proteger su caudal electoral, tampoco se atreven a decirnos toda la verdad. Cuando el ministro de Economía dice: ¡ojo!, tenemos que reflexionar sobre las pensiones; no es problema de mañana, pero hay que pensar en el año 2025, nos invita a reflexionar. Y en lugar de reflexionar se produce un proceso de lapidación pública. Todo el mundo ha cogido un canto del suelo y se lo ha tirado a la cabeza. ¿Qué quiere decir eso? Que no queremos escuchar la, verdad.

No conozco a nadie que sepa sumar y que no se dé cuenta de que la situación actual no se puede extrapolar indefinidamente hacia el futuro. Además, este tipo de atenciones sociales tienen una inercia tan brutal como los petroleros de 300.000 toneladas: el cambio de rumbo hay que enfocarlo 40 kilómetros antes, porque si no no da tiempo, porque hay que mover una masa enorme.

Yo quiero que los políticos me digan la verdad. Y que me pidan, del modo más conjunto posible, los esfuerzos necesarios para abordar los cambios del modo más útil.

P. ¿Cree usted, como dicen algunos expertos, que la recuperación económica no llegará antes de un año, por lo menos?

R. Tengo la sensación de que la economía española empezará a tonificarse después del verano. Creo que puede pasar a términos positivos el PIB, aunque es posible que no ocurra lo mismo con el empleo.

P. Usted se atrevió a decir en 1985 que era bueno para la democracia que el Gobierno socialista tuviera éxito. ¿Considera hoy que el desgaste del poder aconseja el relevo en el poder?

R. Dije que sería bueno para la democracia ¡y para el bolsillo de los ciudadanos! que el Gobierno tuviera éxito. Eso es deseable sea cual sea el Gobierno legítimo. El desgaste lo tienen que juzgar los ciudadanos. No es cuestión de opiniones de tertulia. Yo veo que estos señores [los socialistas] no están teniendo mayores dificultades para sacar adelante sus propuestas. Pero ya veremos lo que dice la ciudadanía.

P. ¿Pero usted está entre los que creen que ha llegado el momento de la alternancia, o no lo considera imprescindible?

R. La alternancia ya funciona. Existe una fuerza de oposición importante, con poder, que participa junto con el Gobierno en las grandes definiciones. Por tanto, parece, visto desde fuera, que tiene características de partido de Gobierno. Pero lo importante es que haya repuesto, alternativa, y eso existe.

P. ¿Usted es de los que cree que la relación del Gobierno con CiU se caracteriza por un chantaje de CiU al Gobierno?

R. Chantaje es una palabra peyorativa. A mí no me sorprende que negocien. Es lógico en un sistema parlamentario.

P. ¿Recomendaría un pacto estable, incluso una entrada de CiU en el Gobierno?

R. Me hubiera gustado que CiU hubiera entrado en el Gobierno. El buen hacer, el sentido práctico que tienen los catalanes y Miquel Roca, hubiera sido una buena aportación para los ciudadanos.

P. En la presentación del libro Los catalanes y el poder, Ernest Lluch afirmó que sería bueno para la estabilidad de este país que se diga cuál es el desarrollo final de la Constitución. ¿Comparte esa inquietud?

R. Los límites de las autonomías están dibujados en la Constitución. El límite está en una comunidad fuerte y cómoda dentro de una comunidad grande, importante y en progreso. Lo que pasa es que la tensión forma parte de la vida, y en ese sentido es posible que no termine nunca. Si las comunidades son leales con la idea de España, y España es leal con el proyecto de convivencia que son las comunidades autónomas habrá tensión, pero puede, ser fecunda.

P. ¿Éste es un país en el que pase lo que pase no pasa nada?

R. Hombre, yo creo que aquí no ha pasado nada muy gordo, y como consecuencia las sanciones tampoco han sido muy gordás. No obstante, ha sido suficiente el ruido, la suciedad, para haber conseguido enderezar las conductas. Hay una sanción social. El balance general no me parece demasiado malo.

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