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Basta de ruidos en Huertas

Los vecinos del barrio de Las Letras están hartos de bares y suciedad

Sus calles tienen nombres de escritores: Cervantes, Lope de Vega, Moratín, Quevedo. Pero en ellas lo que hay sobre todo son bares. Los vecinos del Barrio de las Letras, es decir, de la zona de Huertas, están hartos del ruido y la suciedad que genera esta concentración de locales de copas. Han pedido al Ayuntamiento y a la Delegación del Gobierno que no concedan más licencias para bares y que controlen la insonorización y los horarios de cierre de los 200 que hay, según sus cálculos. Y echan en falta equipamientos como una guardería y un centro cultural.Los ruidos agruparon a los 225 socios con que cuenta la Asociación de Vecinos del Barrio de las Letras. Hace dos años crearon esta entidad para poder dormir. En enero de 1993 entregaron al Ayuntamiento un listado de denuncias y una relación de 12 locales de diversión nocturna con graves deficiencias que repercutían en el descanso de la vecindad. Un año después denuncian que aún quedan al menos ocho mal insonorizados.

Y quieren que no se dé una sola licencia más de bares, porque, según sus cálculos, ya hay uno abierto por cada 45 residentes de este barrio de unos 9.000 habitantes, limitado por el paseo del Prado y las calles de Atocha, del Prado y Núñez de Arce.

Pisos a bajo precio

La mayor concentración se da en las calles de Huertas y Moratín. Temen que los dueños de algunos locales acaben expulsando a los residentes a base de ruido y se hagan con sus piscís. Denuncian casos concretos como el de un propietario de un pub de la calle de Moratín que ha comprado ya todo el edificio de su negocio.

Las protestas sobre decibelios dieron paso a otras. Pero siempre relacionadas con el gentío que toma estas calles en las noches del viernes y el sábado. En el verano de 1993 los residentes plantearon al Consistorio los graves problemas de suciedad de la zona.

Seis meses después, consideran que el estado de sus calles ha mejorado. Pero todavía señalan bocas de riego averiadas, contenedores que permanecen llenos de cascotes más de dos días, cartones y botellas almacenados en las entradas de algunos bares, empresas de obras que desparraman el material de trabajo en la calle y muebles y enseres abandonados que tardan tiempo en ser retirados.

De unas cosas han pasado a otras de mayor calado. Sus cuitas sobre la situación de este barrio histórico les han llevado a presentar alegaciones al nuevo plan general. El tráfico es otro de sus puntos de mira. Piden que el aparcamiento de Santa Ana quede restringido a los residentes, al menos en su mayor parte, y que todas las calles se consideren zona templada, es decir, que se pueda pasar por ellas en coche, pero no aparcar. También plantean que se abra al tráfico la parte baja de la calle Huertas, cortada por la existencia de la comisaría.

Donde no hay pivotes o éstos se han arrancado, los automóviles aparcan y dificultan el acceso a las casas. Quieren que se mantenga el carácter residencial del barrio, evitando que se degrade más o que se convierta en zona de oficinas.

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