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Paciencia, oficio, arte y tiempo

Cuenta el dibujante Vicente Casado: "Mire usted: yo empecé en esto cuando tenía 14 años, y ahora tengo 62. Estas cosas se aprenden poquito a poco, de los maestros, con mucha paciencia y oficio, y tiempo; ¿ahora?, ahora esto es una pena, de vez en cuando se organizan cursillos por el Inem, pero la gente va porque se les paga por ir, y no aprenden realmente el oficio". Él augura que, tal y como están las cosas, los oficios tradicionales españoles que se conservan como una reliquia en la Fundación de Gremios van a desaparecer cuando se jubilen los de su quinta.Allí, en la fundación, la media de edad es de unos 50 años. "Es que esto está muy mal pagado, y claro, los jóvenes prefieren otros trabajos", razona. Casado cobra unas 120.000 pesetas, "sumando un montón de trienios", pero los que tienen menos solera en el contrato rondan las 90.000 pesetas. "Una miseria", admite el gerente de la fundación, Julio Domínguez, "pero es que no hay más dinero para repartir"; ni para subir el sueldo de los 111 contratados -diez temporales-, que lleva congelado desde el año pasado, ni para meter a más gente en nómina.

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Los tapices se tejen en la fundación con la misma técnica que hace cinco siglos. El valor de muchas piezas es incalculable, pero, paradojas de la vida, el negocio no es rentable. Para elaborar una alfombra de tres por cuatro metros hacen falta cuatro meses de trabajo. El precio de coste supera el millón de pesetas, pero luego hay que venderlo por la mitad, porque el mercado -la Iglesia, la nobleza, el Estado- tampoco está para muchos alardes.Manos de burócratas

El maestro Vicente Casado reniega de los "ejecutivos y burócratas, esa gente que no entiende de cómo llevar una cosa tan delicada como ésta. En sus manos", según Casado, "se está encogiendo la fundación".

Los artesanos no quieren ser funcionarios. Se quejan de que tienen horarios "de peón: de ocho a tres de la tarde". Y se quejan también porque ya no trabajan en el antiguo palacete de la calle del Cardenal Herrera Oria, porque lo tuvieron que vender para pagar los atrasos a la Seguridad Social. "Esto no está mal del todo, comparado con otras fábricas", dice el gerente. Pero los artesanos no quieren trabajar en una nave industrial, aunque no esté mal del todo: "Aquí a veces hay que trabajar con luz artificial -¡con lo que cambian las luces eléctricas los colores!-, y no se ve ni un pájaro por la ventana, ni nada bonito, y eso que creo que al arquitecto le dieron un premio por hacer esto, ¡pues vaya!", se lamenta Vicente.

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Los artesanos reprochan que muchas piezas del patrimonio artístico español se llevan a reparar a Polonia, donde la mano de obra es "más barata todavía". "Así se perderá para siempre la tradición; en lugar de hacer como los franceses con los gobelinos, o los checos con los cristaleros de Bohemia... para ellos seríamos las niñas de sus ojos".

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