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El Barça vuelve a las andadas

El Spartak de Moscú iguala una desventaja de dos goles en el último cuarto de hora

Volvió el Barça a las andadas. Quiso extender a la Copa de Europa el pragmatismo que ha presidido su resurgir en la Liga y no supo. Tuvo el partido en el zurrón y, sin embargo, se dejó robar un punto por el colista. Una escena que parecía ya olvidada. El resultado a secas no es malo para los azulgrana, puesto que mantienen su condición de máximos favoritos para acceder a las semifinales, pero, visto el desarrollo del choque, invitará de nuevo al debate y puede hasta desenterrar demonios en el Camp Nou. Perdonó. Dejarse igualar dos goles en un cuarto de hora dice muy poco en favor de un equipo.

Los errores presidieron, al fin y al cabo, un partido desprovisto de ritmo. Los azulgrana marcaron en jugadas a balón parado y los rusos aprovecharon dos concesiones forasteras. Fue un encuentro muy sincopado, de acciones concretas y aisladas. Los extranjeros del Barcelona volvieron a expresar el trabajo de los nacionales. Esta vez, sin embargo, los goles de Stoichkov y Romario resultaron insuficientes. Un fallo defensivo rearmó al Spartak en el tramo final del partido. Reaparecieron las lagunas del equipo barcelonista, mermado entonces por la salida de Bakero y la falta de jugadores aptos para el control.

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El firme muy irregular del campo y el frío que envolvía la grada contribuyeron a despejar las dudas que Cruyff podía tener al pintar la pizarra. El técnico apostó de nuevo por futbolistas calientes y de músculo, y guardó en la nevera a jugadores fríos y de talento como Laudrup y Guardiola. Quería el entrenador un juego de respuestas secas y directas más que un fútbol elaborado. Un gol muy tempranero de Stoichkov le dio la razón. El tanto puso de manifiesto tanto la candidez rusa como la destreza azulgrana: marcar un gol a la salida de un fuera de banda en un partido de la Copa de Europa no está previsto en ningún guión.

La ventaja en el marcador reafirmó a los azulgranas en sus convicciones defensivas. El equipo se metió muy atrás y guardó su fútbol de combinaciones para contadas ocasiones. Una jugada ilustra su repertorio: los barcelonistas ligaron siete pases seguidos para que Koeman acabara la jugada con un patadón al banderín de córner. Stoichkov y Romario fallaron, eso sí, dos remates para cerrar la contienda. Fueron buenos samaritanos.

La inseguridad del Spartak en defensa se alargó a la delantera. Los rusos tejieron algunas penetraciones por banda, especialmente entre la zurda de Nadal y la diestra de Sergi. Los centros cruzados no encontraron rematador o, en caso contrario, Zubizarreta impuso su físico. La inocencia del colectivo local, muy falto de ritmo (llevaban tres meses sin competir), alivió el trabajo defensivo forastero. El Barça llevaba el partido con comodidad.

Intentó corregir el, Spartak el partido y lo logró cuando nadie daba un duro por él. Begiristain amenazó con dos remates sibilinos hasta que Romario se estrenó en la competición continental con un gol surgido de otra jugada a balón parado. El tanto del brasileño parecía suficiente para bajar la persiana del choque. Un error de Zubizarreta, en otra jugada aislada presidida por una posible falta al portero, sirvió, sin embargo, para que el encuentro tomara otro aire. El equipo de Cruyff acusó la ausencia de futbolistas de peso y se limitó a espantar el cuero de su área.

El miedo volvió a entrarle en el cuerpo al Barça, y el Spartak se encontró con un segundo gol que le supo a gloria. A los rusos, que no pudieron desarrollar su fútbol de contragolpe, les bastó un juego entrecortado para echar por la borda todo el pragmatismo azulgrana. El Barça fracasó en su intento de defender un botín obtenido con un fútbol que intenta disminuir los factores de riesgo. Una cuestión muy complicada para un equipo cuya carta de naturaleza fue la de ataque y gol.

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