El teléfono de la confianza
Un sargento se dedica a tranquilizar a los familiares de los soldados españoles destinados en Bosnia
"Hoy, viernes 18 de febrero de 1994, las fuerzas expedicionarias de la Agrupación Madrid destacadas en Bosnia-Herzegovina continúan con la realización de sus misiones de ayuda humanitaria dentro de la zona asignada a nuestras tropas por las Naciones Unidas... Al oír la señal, si lo desea, deje su mensaje y, si quiere que nos pongamos en contacto con usted, déjenos su nombre, número de teléfono y prefijo de su ciudad. Lo haremos a la mayor brevedad posible".A partir de las seis de la tarde, un contestador automático, con una grabación que se renueva cada día para incluir el parte de actividades del batallón español, recibe las llamadas que se efectúan al (91) 532 75 71, el número de la oficina de comunicación pública del Cuartel General del Ejército. La misión inicial del sargento primero Pablo Santos cuando llega cada mañana a su trabajo es responder los mensajes que dejan los familiares de los soldados.
Desde que, en octubre de 1992, los primeros militares españoles partieron hacia Bosnia, la voz del sargento se ha hecho familiar para muchas madres, novias o hermanos de los cascos azules, que ya le llaman por su nombre. Su tarea consiste básicamente, explica, en "saber escuchar y transmitir tranquilidad a los familiares". El volumen de llamadas se ha reducido drásticamente desde el inicio de la misión, de 30 diarias a menos de 10, en parte porque los soldados pueden telefonear a sus casas desde Bosnia y en parte porque algunos contactan con la Brigada Paracaidista, a la que pertenece la mayor parte de los militares que están ahora allí.
Planes de evacuación
El ultimátum de la OTAN y la amenaza de ataques aéreos no se ha notado en el número de consultas. Sólo el pasado miércoles llamó una madre desde Málaga, inquieta por las declaraciones que había escuchado la noche anterior al ministro de Defensa, Julián García Vargas, entrevistado por Iñaki Gabilondo en TVE. "Le dije que, aunque era verdad que los planes para una evacuación están listos, como manifestó el ministro, nuestros soldados se encuentran fuera de la zona de peligro. Pareció quedarse más tranquila", dice el sargento.Paradójicamente, la mayor inquietud no la producen las noticias, a veces alarmistas, que reflejan los medios de comunicación, sino la ausencia de noticias. "Cuando, antes de Navidades, la información sobre Bosnia casi desapareció de los periódicos, hubo gente que llamó alarmada preguntando qué pasaba".
La mayoría de las llamadas se producen después de que el militar destacado en Bosnia se pase varios días sin dar señales de vida.
"Si es una madre quien llama, se le dice que tendrá mucho trabajo y que eso le habrá impedido telefonear. Si es un hermano o un amigo, se le explica más claramente que algunos no llaman porque no les da la gana. En cualquier caso, se avisa, al interesado para que se ponga en contacto con su familia y se le tira un poco de las orejas", señala.
En los días previos a la salida o llegada de los cascos azules se multiplican las consultas y también, como ocurrió hace poco, cuando corren rumores sobre concesión de permisos. El sargento Santos, paño de lágrimas, confesor o psicólogo de muchas familias, almacena ya un buen saco de anécdotas, aunque se resiste a contarlas. Sólo bajo promesa de guardar el anonimato del protagonista recuerda el caso de un legionario al que una amante abandonada buscaba en Bosnia, donde aseguró que le habían enviado. El legionario en cuestión, según se supo luego, nunca salió de Ceuta.
Los momentos más duros se producen cuando hay que comunicar a los familiares que un miembro de los cascos azules ha muerto o resultado herido. Esta misión, en teoría, corresponde a la unidad a la que pertenezca y la consigna es que la familia se entere directamente, antes de que los medios de comunicación den la noticia.
Por eso, "nos ha tocado a veces la amargura de tener que darle a un padre o una madre la peor noticia", afirma el coronel Jesús García Muñoz, jefe de la oficina de comunicación pública del Cuartel General. "Y no sólo eso; ha habido que improvisar un alojamiento para los familiares y un medio para que pudieran trasladarse a Madrid, junto a su ser querido". Es la cara más amarga de una línea telefónica privada con la que el Ejército intenta cubrir la ausencia de 1.200 soldados de sus casas.
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