_
_
_
_
_
Entrevista:

"Sin salas alternativas, Madrid estaría muerto"

Anne Serrano, de 30 años de edad, y Julián L. Montero, de 36, son dos actores que desde hace un mes se enfrentan todos los fines de semana a una de las experiencias teatrales más duras -"y gozosas"- de su carrera profesional: están Sin maldita esperanza, en la Cuarta Pared. "Yo creo que Alfonso, mientras escribía el texto, no era consciente de que luego tenían que representarlo actores", dice Montero, y a continuación habla de cómo alucinó la primera vez que leyó la obra. Montero se refiere a Alfonso Armada, el autor del texto, que también se ha encargado de dirigir la puesta en escena. Son dos monólogos. Ella se masturba durante el suyo y luego él hace el amor con el televisor. Ella es una mujer a punto de casarse y él es un hombre casado con la televisión. Hablan de la soledad y consiguen encoger las tripas al respetable.Pregunta. En el escenario son una mujer y un hombre sin maldita esperanza. ¿Por qué?

Respuesta [Anne]. Sin maldita esperanza, pero tan ricamente. Siempre se piensa que queda la esperanza, pero eso es mentira. Hay momentos en que la esperanza es como los Reyes Magos, y hay que dejar de creer en ellos. Yo muestro a una mujer que a lo largo de la obra decide que todo da igual, toma conciencia de la realidad y decide que no necesita la esperanza.

Julián. Mi personaje es un hombre realmente enganchado a la tele. El mensaje principal es la soledad y la falta de esperanza de salir de ella.

P. Julián, ¿cree que hay muchos hombres casados con la tele?

R. ¡Sí! Yo mismo. Es una especie de compañía. Piensas que no estás solo, aunque en realidad estás mas solo que la una.

P. Anne, ¿la mujer que interpreta podría ser cualquiera?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

R. Sí. Sé que muchísimas mujeres se han sentido muy identificadas con el personaje. Además, lo siento a veces durante la función, porque el público se queda muy callado.

P. ¿Cómo definirían el trabajo que tienen que hacer?

Anne. Lo tiene todo. Es duro, es muy difícil. Es agotador para mi voz, para mi cuerpo y hasta para mí emocionalmente. Pero, aunque parezca masoquismo, es un trabajo muy gozoso.

Julián. Es tanta la energía que soltamos durante la función, que cuando termina tenemos que estar diez minutos sentados en el camerino para recuperarnos, porque no podemos ni movemos.

P. ¿Ese esfuerzo es más físico o psíquico?

Julián. Las dos cosas. Anne no para de moverse debajo de las sábanas, yo estoy con la tele a cuestas. Pero también es un trabajo muy mental.

P. ¿Qué sensación tienen antes de salir al escenario?

Anne. Siento que alguien se mete dentro de mi cuerpo, y entonces me sale todo. Yo le presto a ella el cuerpo y la voz, pero el resto lo hace ella. Es la primera vez que me pasa eso.

P. Anne, ¿qué se siente cuando termina una representación con tanta tensión?

R. Nos sentimos totalmente vacíos. Es muy doloroso. Yo tengo la sensación de que me quedo ahí. Cuando termina la función, el escenario está caliente, se nota la electricidad.

P. ¿Y notan si esa energía le llega al público?

Anne. Sí, totalmente. Yo, al principio, tenía miedo, porque lo que cuento es terrible y además les insulto. Pero me he dado cuenta de que están muy pendientes y muy quietos. Incluso se mosquean.

Julián. Ha habido gente que se ha salido de la sala durante el monólogo de Anne. Se van indignados.

P. Julián, ¿se puede ver buen teatro en Madrid?

R. No, no mucho. Pero, desde luego, donde mejor teatro se está haciendo es en las salas alternativas. Si no fuera por ellas, Madrid estaría muerto.

Sin maldita esperanza, hasta el 27 de febrero, en la sala Cuarta Pared. Ercilla, 17. Viernes, sábados y domingos, a las 22.00. 900 pesetas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_