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Inmersión completa

José María Aznar, aplicadamente, siguió ayer su curso particular de inmersión en la realidad catalana, anunciada tras el congreso del PP en diciembre del 91. A última hora de la mañana de ayer tocaba clase de filosofia. Dictaban tres intelectuales de peso: Eugenio Trías, Rafael Argullol y Josep, Ramoneda. De introductor de embajadores, el animoso Aleix Vidal-Quadras. Fueron cuarenta minutos de reclusión monástica en una de las salas del Centre Internacional de Premsa de Barcelona, tan sólo interrumpidos por un cumplidor ujier que, de vez en cuando, avisaba de que la clase llevaba retraso.Cuando sonó el timbre del recreo, alumno y profesores no utilizaron la misma puerta de salida. El primero corrió hacia una cámara de TV-3 situada en una habitación contigua, los segundos hacia las escaleras para ganar la calle. En la puerta, Vidal-Quadras les despedía. Dijo algo sobre la necesidad de borrar la imagen de "la España barroca" y acudió raudo junto a su jefe.

Fuera, los filósofos se miraban perplejos. ¿Quería discutir Aznar sobre alguna idea en concreto? No. ¿Se mostró preocupado por algo en especial, por el tema de la lengua, por ejemplo? No, ese tema no fue tratado. ¿Entonces? "Muy general, muy informal, apertura de horizontes". ¿Cuáles? "Es difícil de resumir". Viniendo de filósofos, el aserto resulta sospechoso.

Menos mal que Aleix Vidal-Quadras se prestó amablemente a pasar la chuleta de la lección. Educadores y educando hablaron sobre los nuevos desarrollos del Estado de bienestar. Y también discurrieron de ideas huérfanas, ideas de progreso durante cuatro décadas patrimonializadas por la izquierda y que ahora se han quedado sin papá ni mamá. ¿Quién va a encargarse de darles las sopitas ahora? Adivina adivinanza.

El recreo del líder popular prosiguió Rambla abajo, hacia el Círculo del Liceo, en cuyo refectorio estaba programada la comida. Fue, por supuesto, un recreo activo, pedagógico: toma de contacto con los lugareños, inmersión en la sociedad civil en toda su extensión: desde las floristas de la Rambla hasta los adustos patronos del selecto club lírico.

Una inmersión completa, a fe.

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