Rechazo en Italia a aceptar las elecciones como pugna entre comunismo v fascismo
En Italia no existe un peligro comunista, por mucho que el empresario Silvio Berlusconi se empeñe en ganar votos para las elecciones del 27 y 28 de marzo con esa consigna. Pero tampoco hay un riesgo de fascismo, como sugieren los oponentes del frente de derechas formado por Berlusconi, la Liga Norte y la Alianza Nacional del ex neofascista Gianfranco Fini. Contra ese planteamiento simplista se han acumulado numerosas opiniones autorizadas.
En realidad, ha sido Berlusconi el introductor casi exclusivo de la idea de esta alternativa, al justificar desde un principio su aterrizaje político como una exigencia de una situación excepcional surgida de una presunta amenaza "neocomunista" o "estatalista" capaz de aniquilar las libertades.Ni siquiera su socio electoral, Umberto Bossi, el líder de la Liga, comparte a fondo esa interpretación, dado que explica su alianza con Berlusconi por la necesidad de destruir los vestigios de la desaparecida Democracia Cristiana (DC).
En el campo contrario, el ministro italiano de Exteriores, el democristiano Beniamino Andreatta, ha sido quien más ha identificado en Berlusconi un " peligro Zhirinovski" y ha advertido de la alarma internacional que crearía el triunfo de una nueva derecha que incluya a Fin¡ y su conocida reivindicación de la italianidad de la Istria croata.
De los riesgos para la imagen exterior italiana asociados a una eventual victoria de Berlusconi ha hablado también Furio Colombo, cuya toma de partido por el polo progresista es significativa, ya que se trata de un periodista muy próximo al presidente de Fiat, Giovanni Agnelli. Colombo, que ejerce el cargo un tanto honorífico de presidente de la Fiat norteamericana, comenzó a colaborar el domingo con La Repubblica, el diario de Carlo De Benedetti, que es el periódico no partidista más empeñado en el apoyo a la izquierda.
Sistema de favores
Es sabido que tanto Agnelli como De Benedetti son caracterizados por la Liga como empresarios dependientes del Estado y consustanciales al sistema de intercambios de favores políticos y económicos que ha caracterizado a la Italia de la posguerra.El primer artículo de Colombo para La Repubblica reflejaba la desconfianza que en círculos empresariales de Estados Unidos provoca "el maccarthismo antihistórico de Berlusconi" y destacaba que allí se teme más un renacimiento del fascismo que un Gobierno de la izquierda.
Un decidido denunciante de la falsedad de esta alternativa entre fascismo y comunismo referida a las próximas elecciones italianas es el filósofo Gianni Vattimo, que, sin embargo, la circunscribe a los dos extremos del arco político. Según escribía ayer Vattimo en La Stampa, diario de Fiat, los únicos exponentes que tienden a plantear las cosas en estos términos son el citado Berlusconi y Fausto Bertinotti, líder de Refundación Comunista.
Bertinotti, añadía el filósofo, ofrece a los italianos un paraíso de huelgas permanentes que podría recordar a Cuba. Berlusconi les plantea un modelo de vida tan "inalcanzable e indeseable" como la propuesta de convertir la existencia en unas vacaciones tropicales eternas. El resto de los partidos, estima Vattimo, rehuye estos espejismos caribeños para reflejar la realidad de un país.
También se muestra firme Antonio Giolitti, ex comisario europeo y exponente histórico de la izquierda socialista italiana. "Evocar el fascismo y el comunismo como peligros actuales es un puro pretexto", ha declarado. Y con respecto a la comparación establecida por el democristiano Mino Martinazzoll entre estas elecciones y las de 1948, cuando comunistas y anticomunistas se enfrentaron por primera vez ante las urnas de la 1 República italiana, Giolitti ha dicho con la autoridad de sus 79 años: "Lo máximo que hoy está en juego es la credibilidad de Italia. Ya no estamos en guerra fría".
Coincide con esta opinión otro veterano de signo opuesto, Gianfranco Miglio, el ideólogo de la Liga. "No bromeemos, la batalla electoral de 1948 era más seria. Si en el 48 hubiera ganado la izquierda, Italia hubiera pasado al campo del socialismo real. Hoy, los derechos individuales no están en peligro".
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