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Entrevista:

"De Madrid me gusta hasta el metro"

Con talante paternal se refiere José Ramón Sánchez a los dos tomos de El Quijote que acaba de ilustrar: "Como tener dos niños, cuatro kilos cada uno". Casi 1.500 dibujos a lápiz y 70 óleos coloreados al servicio de una obra cuyo peso intelectual, si pudiera medirse, rompería la balanza. Antonio Mingote destacaba el talento y maestría del autor de los dibujos, definiendo esos cuatro años de intensa y absoluta dedicación al héroe manchego como un acto de amor. Nacido en Santander en 1936, José Ramón Sánchez contacta por vez primera con el texto de Cervantes en sus días de escuela. Años después, una segunda lectura lejos de la presión del pupitre le deja impresionado. A la tercera, tras concentrarse a so las con el texto hasta la transmigración, pegado a la sombra del Quijote para dibujarlo lo mismo al cabalgar como al andar por casa, José Ramón Sánchez se ha rendido al síndrome de Estocolmo para afiliarse a las filas del quijotismo.Pregunta. Dice usted que este trabajo ha sido una obra terminal

Respuesta. Sí, porque al acabar me dije: "Y ahora, después de algo tan intenso, ¿qué hago?". Ante su lectura no puedes permanecer pasivo ni distante. Te haces cervantista, ya lo creo que sí. Aunque mi próximo proyecto podría ser más intenso todavía, ilustrar la Biblia, pero me da un poco de rabia porque parece que ando siguiendo los pasos de Doré.

P. Es decir, que una palabra de Cervantes sigue valiendo más que mil imágenes.

R. Una imagen sólo vale más que mil palabras si son mediocres. Hay pocos placeres comparados a la lectura de un buen texto dejando libre la imaginación. ¿Qué película podría ser mejor que Cien años de soledad?

P. Y ¿qué me puede decir de Sancho?.

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R. Mi gran descubrimiento. Precisamente a él está dedicada la viñeta de la muerte del Quijote, donde Sancho aparece en primer plano. El escudero asimiló a la- perfección la filosofía del caballero andante, recogió toda su sabiduría.

P. El Quijote que dibuja se parece mucho a usted.

R. Ya me lo han comentado. No sé. Yo le veo como un tipo iluminado, loco, delgado, de ojos vivos. En una de las ilustraciones, mis amigos aseguran que soy yo dentro de 20 años.

P. La gente siempre le recuerda por aquellos carteles del PSOE, en las primeras elecciones, cuando dibujaba ciudadanos muy felices.

R. Sí, y me encanta. Alfonso Guerra suele decirme que yo inventé la publicidad electoral, y luego países como Francia han hecho cosas parecidas. Estoy muy orgulloso de haber vivido toda la ilusión de la transición política, porque fue una época histórica. ¿Desencanto? No, aquello fue irrepetible, fruto de un momento, ahora no nos queda más remedio que aceptar que las cosas han cambiado, que no han ido por ahí. Pero nadie, y menos un artista, ha de renunciar a la utopía. El Quijote era un gran perseguidor de sueños.

P. Le gusta vivir en Madrid a pesar de haber sufrido una agresión tan urbana como ser arrollado por un ciclomotor.

R. De Madrid me gusta hasta el metro. Lo de la moto me cabreó muchísimo, porque sucedió en un paso de cebra y además me dejaron allí tirado. Madrid puede ser crispante y odiosa, pero ¿qué ciudad del mundo tiene nuestros atardeceres? ¿Dónde pueden verse tantas exposiciones? Somos unos cagalástimas, protestamos por todo. Yo, cuando vengo de Santander, siento que vengo a mi casa. Igual me gusta tanto esta ciudad porque no tengo coche, pero está llenita de lugares mágicos.

P. ¿Por ejemplo?

R. Pues nada menos que el Prado, el Reina Sofía, el Casón del Buen Retiro, el mismo parque y, desde luego, el estadio Santiago Bernabéu.

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