"En el Ayuntamiento franquista, la corrupción era igual a la de hoy"
Enrique Villoria, de 55 años, casado y padre de tres hijas y un chico, ha cumplido dos décadas como concejal del Ayuntamiento de Madrid. Llegó en 1970, y desde entonces sólo ha faltado en el organigrama municipal durante tres años porque su partido (Alianza Popular) no se presentó a las elecciones. Sin embargo, cuenta que iba a los plenos con sus compañeros de partido como espectador. Licenciado en Ciencias Políticas y periodista, conoció a 10 alcaldes, fue concejal de Chamberí -su barrio chico- con Carlos Arias Navarro, responsable de Seguridad, de Abastos, de Personal, y primer teniente de alcalde. Su mayor disgusto se lo ha llevado en su actual puesto de concejal de Obras: la adjudicación irregular de pisos de la Empresa Municipal de la Vivienda. Villoria,-que viviría en París o en Buenos Aires si se marchase de Madrid- no encuentra grandes diferencias entre el Ayuntamiento franquista y los democráticos: los servicios que se prestaban, a los ciudadanos eran prácticamente los mismos, no había más corrupción y la prensa era tan crítica como ahora. En su despacho guarda una colección de recuerdos de las diversas inauguraciones de obras y media docena de cuadros abstractos.Pregunta. Usted llegó al Ayuntamiento en una época en que todavía no había democracia y, sin embargo, fue elegido.
Respuesta. Fui elegido por el tercio de cabezas de familia, que era el único tercio de elección popular que había entonces. Había tres tercios, uno de representación sindical, otro de instituciones y otro de cabezas de familias; en él votaban todos los ciudadanos: cabezas de familia y mujeres casadas y emancipados, es decir, mayores de 21 años. Fui elegido por el viejo distrito de Latina. Hubo una elección a la que nos presentamos tres candidatos y gané yo. Tenía 28 años.
P. ¿Cómo era el Ayuntamiento de Madrid en 1970?
R. Pues como era el país entonces. El Ayuntamiento siempre ha tenido un alto componente administrativo y, por tanto, en lo que son sus estructuras básicas no ha habido grandes modificaciones. Naturalmente, sí las ha habido en lo que se refiere a la superestructura política, elecciones, participación de los partidos. Yo no entré con el beneplácito, como es evidente, de los poderes de la época y eso hizo que en la primera adjudicación de puestos en el Ayuntamiento, junto con otro compañero, fuimos los únicos sin ninguna responsabilidad directa. Después tuve una intervención muy dura en torno a la torre de Valencia [en la esquina de las calles de O'Donnell y Menéndez Pelayo] porque corta totalmente la perspectiva de la Puerta de Alcalá, una de las más clásicas y tradicionales de Madrid. Eso me tuvo en la marginación.
P. ¿Cómo se elegía entonces al alcalde de Madrid?
R. Se designaba por el Consejo de Ministros a propuesta del ministro del Interior. No había elección ni eran concejales previamente.
P. ¿Eso causaba problemas o se los causó a usted en particular?
R. Yo había sido revolucionario en la Universidad y había sido detenido en varias ocasiones, y, naturalmente, la convivencia entre una persona como yo, con esos antecedentes, y un director general de Seguridad como era [Carlos] Arias Navarro, en teoría debía ser dura, y lo era en alguna medida ideológicamente, pero no hubo enfrentamientos personales. He sido amigo de los alcaldes, incluso con alguno que no aceptaba la existencia de partidos políticos.
P. Aquel sistema político se denominaba "democracia orgánica". Era una democracia muy sui géneris.
R. Era la combinación de una tragedia histórica, la guerra civil, y el desarrollo posterior del bando vencedor, mitigado de forma importante por la situación internacional. Acabada la guerra civil con la derrota de los países del Eje, se entró en un proceso de democratización limitada en el que no había grandes restricciones en cuanto a las libertades personales, pero sin libertades políticas. Pero el régimen tuvo la preocupación, por razones de tipo internacional, de establecer unos esquemas de participación y de presencia en la vida pública, que es lo que hace que algo pueda perdurar como perduró el régimen, sin que fuera una dictadura del tipo de los países africanos o latinoamericanos.
P. Pero no dejaba de ser una dictadura...
R. Era un régimen de autoridad, evidentemente, pero mitigado por unas rendijas, unos resquicios de representación popular, que asumía una parte de nuestras inquietudes. Se permitían grados importantes de libertad, no sin disgustos obviamente, algún problema con la policía... Yo tuve entonces muy buena relación con las asociaciones de vecinos. Los independientes de aquella época no tienen nada que ver con los de ahora, que se denomina así a los son tránsfugas de uno u otro sitio. Éramos gente que estábamos en el interior y habíamos nacido en ese régimen, pero defendíamos posiciones que no eran las oficiales.
P. ¿Qué ofrecía al ciudadano el Ayuntamiento en el año 1970?
R. Pues, desgraciadamente, las diferencias son pequeñas, porque no se ha hecho la reforma que había que hacer en la administración local. Tan sólo se ha incorporado de manera importante la vivienda. Los demás servicios eran prácticamente los mismos; es cierto que se han profundizado algunos, por ejemplo, los servicios sociales. Pero en el esquema general eran similares. La Policía Municipal tenía más presencia en la calle, había muchos dirigiendo la circulación, incluso hay fotografías en los periódicos de la época de policías rodeados de decenas de regalos el día de Navidad.
P. ¿Cómo ha cambiado el tráfico en estos 25 años?
R. Había muchos menos coches, 100 o 150.000 vehículos, ahora tenemos casi un millón, pero las infraestructuras eran mucho peores y había notorias dificultades, menores que las de hoy día, desde luego. Pero la diferencia no es tan drástica como cabría esperar.
P. Hay quien dice que Madrid era entonces una ciudad más habitable, más humana, que se podía pasear más... ¿Es esto un tópico o responde a la realidad?
R. Cada uno habla de estas cosas por su experiencia personal. Puede haber casos en que sí sea cierto, pero yo creo que no. En aquella época el número de viviendas que no gozaban de los mínimos servicios o equipamientos era elevadísimo, debido al enorme crecimiento de la ciudad. El ciudadano tiene hoy muchas más atenciones y ha mejorado su calidad de vida de manera evidente: tiene más parques, una red viaria mejor, alcantarillado... La ciudad en sí misma ha mejorado mucho. Esta ciudad es infinitamente mejor en todo.
P. ¿Cómo era la relación de los ciudadanos con ese Ayuntamiento todavía no democrático?
R. Hay dos factores de relación con el poder municipal: los medios de comunicación y la relación directa. Había restricciones, pero eran nulas o casi nulas respecto a la política municipal, gozaban de bula para criticar al Ayuntamiento. La prensa desde siempre ha ejercido la crítica municipal con mucha libertad, casi como ahora, y con mucha dureza en ocasiones, por esa teoría de que no se puede oprimir todo y a la vez. Los periódicos de la época hacían críticas durísimas a los ayuntamientos. Respecto a las peticiones vecinales de carácter individual, se han mantenido igual que ahora, pero apenas existían movimientos asociativos, que luego fueron uno de los instrumentos del cambio. Salvo el matiz político, no ha habido grandes transformaciones. Había más periódicos que ahora, estaban menos acostumbrados al trato con los periodistas, pero éstos eran menos.
P. ¿Había más corrupción en el Ayuntamiento antes o ahora?
R. Lógicamente, esos temas no se saben porque.... claro, esos temas... La corrupción es un, fantasma que persigue siempre toda toma de decisiones, en las que hay factores objetivos y subjetivos y de alguna manera se puede suponer que funcionan por factores absolutamente subjetivos. [Éste es en el único tema que titubea, duda y se piensa las respuestas más de dos segundos]. Las irregularidades se denunciaban lo mismo. Hoy no me parece que haya grandes diferencias. Pero sí había una protección al inversor, era un problema encontrar quien hiciera viviendas y se pensaba que era más importante resolver el problema antes que la pureza urbanística. Ningún poder público ha conseguido resolverlo. Eso explica que se hicieran el barrio del Pilar o el de la Concepción. Había mucho chabolismo tanto horizontal como vertical, vivían tres familias en un piso...
P. Usted habrá conocido casos de corrupción, aunque en muchos casos no haya podido demostrarse.
R. No, no recuerdo... Recuerdo errores, como la torre de Valencia o el barrio del Pilar. Se tomaron decisiones cuya última razón es muy dificil conocer. No había la movilidad política que hay ahora, y eso, que era malo, servía de autocontrol, pues un empresario no podía decir: "Me enemisto con este Gobierno, pero ya me haré amigo del que venga". Si algo hubo, que yo no digo que no lo hubiera, no son conocidas.
P. ¿Cuál ha sido el mayor disgusto que le ha dado Madrid?
R. La adjudicación de viviendas de la EMV, aunque se han politizado las cosas hasta extremos más allá de lo razonable. De temas que son de poca relevancia formal, aunque se le ha pretendido dar un volumen del que carecían en absoluto.
P. ¿Madrid es menos castizo, menos madrileño que entonces?
R. El casticismo es, en gran parte, literatura.
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