Los verdaderos hijos de Zapata
Los hijos del revolucionario mexicano no comulgan con la revuelta de Chiapas
De los seis hijos que dejó Emiliano Zapata, el mítico héroe de la revolución mexicana, sólo viven tres. Dos de ellos, María y Diego, de 78 y 79 años, respectivamente, son gente adicta al Partido Revolucionario Institucional (PRI), la longeva organización política nacida de aquella revolución y que gobierna México desde hace 64 años. Los Zapata no quieren estos días ni oír hablar de ese movimiento guerrillero que usa el nombre de su padre en el Estado de Chiapas, porque consideran que este México de ahora no es el de 1910 y que con la violencia no se consigue nada.No es que los Zapata sean gentes conservadoras ni ricos propietarios que han hecho fortuna al calor del poder y que ahora tengan que defender interesadamente, sus estómagos. En absoluto: siguen siendo gente de pueblo con más sentido social que político de la vida. De hecho, se sienten y, piensan como campesinos, pese a la militancia en el partido oficial.
Pero la gente humilde de Cuautla, el pueblo de Morelos donde se criaron y viven los hijos del que fue general del Ejército Libertador del Sur, a los Zapata les reprocha varias cosas. Una de ellas es haberse dejado utilizar por el PRI en actos y ceremonias, con todo lo que suponen estas prácticas de manipulación del apellido de uno de los hombres más honestos de la revolución. Lo dicen en Cuautla a media voz: "Si el general levantara la cabeza, mandaría azotar a sus hijos".
De los tres Zapata, Mateo, el menos viejo, con sus 77 años, es el rebelde de los vástagos, porque hace varios años decidió dejar el PRI, lo que ya en México es un mérito. Sin embargo, estos días, tras varios meses de coqueteo con la izquierda cardenista, ha intentado forzar su candidatura para gobernador del Estado de Morelos por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que lidera Cuauhtémoc Cárdenas.
"Con el hijo, de Zapata no vamos ni a la esquina", respondieron los del PRD local cuando se encontraron con la candidatura de Mateo sobre la mesa. "¡Están locos! Mateo representa el zapatismo de Carlos Salinas de Gortari", les gritaron los perredistas de Morelos a sus jefes de fila cuando se enteraron de que el hijo menor del general se barajaba como candidato.
Mateo explica que ser amigo de Salinas no es incompatible con ser rival de su partido en el Estado de Morelos. Es más: "Diferimos en muchas cosas y hasta me siento engañado con sus reformas económicas, pero muy pocos presidentes de México se han declarado zapatistas como Salinas, que una de las primeras cosas que hizo antes de ser presidente fue visitar el lugar donde fue asesinado mi padre".
Es cierto que Salinas se proclama, a su manera, zapatista. Uno de sus hijos lleva el nombre del general. Pero también es cierto que Mateo aprovechó la confesión de fe zapatista del hoy presidente de México para sacarle una pensión federal para los 36 revolucionarios del Ejército de su padre que todavía sobreviven en el Estado de Morelos. Y esto se agradece.
"Entonces yo le regalé al presidente un reloj de oro que perteneció a mi padre".
"¿Y por qué?".
"Porque está más seguro en manos del presidente que en un museo, donde ya me lo habrían robado".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.