Sobre la adopción
He leído con espanto la trivialización que hace José Antonio Regulón Martín, profesional del psicoanálisis, de la evolución de Luis, un niño abandonado (página 2 del suplemento de Madrid, EL PAÍS del 8 de enero). Luis . es un personaje idílico, cuyo único conflicto es un poco de culpa de la que se empeña en liberarle su psicoanalista. Tiene 17 años, está en plena adolescencia, y ha pasado sin un rasguño, o con leves y edulcoradas dificultades, del abandono familiar a una institución, y de allí a la adopción.Señor Regulón, si quiere usted animar abierta o encubiertamente al acogimiento o a la adopción, debería hacerlo de forma responsable. No se puede, siendo psicoanalista, ocultar la terrible realidad de estos niños, la complejidad que entraña su terapia, la huella a menudo imborrable que dejan el abandono y el maltrato tempranos, la dureza que supone vivir en instituciones públicas, incluso las mejor intencionadas, las limitaciones de las comunidades autónomas y sus propias incapacidades. En fin, la adaptación de los padres adoptivos al mundo de un niño a menudo más apaleado por la vida de lo que lo serán ellos en toda su existencia.
Todo lo contrario, el que se acerque a este mundo debe saber a qué atenerse para poder dar el paso con conocimiento de causa y con toda la energía necesaria para una tarea con enormes compensaciones, pero nada simple. Los padres acogedores o adoptantes deben tener información y apoyo, no anestesia. Ya vienen a la adopción con un enorme entusiasmo; el mejor regalo que les pueden hacer los profesionales y las instituciones es una dosis de realismo.-
Abogada.
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