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Duelo en las alturas

El ONCE y el Banesto, los dos mejores equipos españoles a la greña tras la absorción del Amaya

Carlos Arribas

"Javier Mínguez no es honesto, el único súper equipo es el ONCE. El Banesto es un gigante con pies de barro, como el banco". Algo se ha roto dentro del ciclismo español. Antaño podía haber tensiones entre los equipos, malas relaciones o lo que fuera, pero nunca transcendía del medio. De cara a la galería todo marchaba sobre ruedas. La absorción del Amaya por el Banesto, sin embargo, ha roto las tradiciones. Manolo Sáiz, director del ONCE, no se ha mordido la lengua.Las malas relaciones comenzaron a hacerse patentes en octubre. En la primera semana, Oliverio Rincón se va al ONCE. El 30 de septiempre había concluido su contrato con el Amaya. Rafael Carrasco, su representante, le aconsejó cambiar- aunque tenía la palabra de Mínguez de que iba a encontrar patrocinador para el año siguiente. "Rincón ya sabía entonces que su futuro con Mínguez pasaba por el Banesto y nos prefirió a nosostros", cuen ta Sáiz.

A finales de octubre, el 28, día siguiente a la Escalada de Montjuïc, Echávarri y Mínguez ofrecen a Freixenet que patrocine un segundo equipo de 400 millones de pesetas, en el que no estarían ni Martín ni Zarrabeitia, pero sí los veteranos del Amaya más Etxabe, Unzaga y Mauleón. Sería dirigido por López Cerrón. Freixenet no acepta y Echávarri recurre a la opción B: Banesto había aceptado que se contratara a Martín y Zarrabeitia, y a Mínguez como director. Ahora se les convenció de que absorbieran a todo el Amaya, operación que se elevaba a 500 millones. El 18 de noviembre llega el visto bueno de Martín Rivas y Arturo Romaní.

Manolo Sáiz y Pablo Antón, mientras tanto, estaban a la espera de las negociaciones. El ONCE, cuyos jefes de filas son todos extranjeros, necesitaba a uno o varios corredores españoles para cambiar su imagen. Sáiz suspiraba, sobre todo, por Zarrabeitia y Martín. "Pudimos haberles fichado, pero no les tentamos esperando a ver qué pasaba. Nos fiamos de Mínguez". Cuando se enteró de la absorción del Amaya se subió por las paredes. A su entender, el nuevo Banesto, un equipo de 1.500 millones de pesetas", es un peligro para el ciclismo español. Es como la selección española, un monopolio que les deja a ellos el papel de extranjeros malos ante la opinión pública, frente al Banesto, que concentra a todos los españoles. Desde el Banesto responden que el ONCE también tuvo la oportunidad de absorber al Amaya y que no tuvieron el valor de hacerlo. El ONCE no se corta y, hace una oferta multimillonaria a Induráin. "Más que una oferta fue una pataleta", dice Induráin.

Paralelamente tiene lugar el enfrentamiento entre los equipos españoles, y la UCI por el problema de la Copa del Mundo. Los españoles dan imagen de unidad y, con el apoyo de los equipos italianos, logran acaparar los cargos en la: asociación internacional de equipos. En la junta directiva, presidida por Víctor Cordero, entran Pablo Antón, del ONCE, y Francis Lafargue, del Banesto. En aquella época, 12 de noviembre, reina el optimismo. Todos se muestran convencidos públicamente de que el poder del ciclismo español es. imparable y logran que- Jean Marie Leblanc, organizador del Tour, y Hein Verbruggen, presidente de la UCI, den marcha atrás en su proyecto de hacer obligatoria la Copa del Mundo.

En dicienibre, todo cambia.

El ciclismo español se encuentra con tres grandes conjuntos -incluido el Clas-Mapei, afiliado a la federación italiana pero miembro de la asociación española de equipos- y con

cuatro pequenos -Kelme, Artiach, Deportpúblic y Euskadi- No hay equipos intermedios. Los grandes se ven obligados, para ser rentables las grandes inversiones que suponen, a asumir todo el calendario internacional, incluida la Copa del Mundo. La unidad se rompe y aparecen los mensajes pesimistas. "No lograremos nada", dice Manolo Sáiz en diciembre. "Siempre pasa lo mismo. El año próximo la UCI seguirá dictando las normas". Víctor Cordero empieza a hablar de dificultades.

El ONCE, incluso, empieza a dejar en segundo plano la asociación internacional de equipos. A mediados de diciembre, los organizadores del Tour y del Giro, Carmine Castellano, se reúnen en Madrid con Enrique Franco, dueño de la Vuelta, y la asociación de equipos. Cordero solicita a Antón que acuda a la cita, pero éste se niega alegando que no está preparado psicológicamente y que Mínguez y Echávarri deben tomar el mando. "Que tiren ellos del carro", dice.

De esta ruptura quiere aprovecharse la empresa organizadora de la Vuelta para imponer a los equipos españoles sus condiciones sobre la participación en la ronda española con el objetivo de forzar la presencia de Induráin.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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