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Reportaje:

El zoco de las Mil gangas

Un paseo por el Rastro de Madrid, donde todo se compra y se vende

"Mire, buena mujer, al Rastro hay que venir sin bolso y sin miedo". En una feria como ésta, tan particular es quien compra como quien vende. Sí, un zapato sin pareja, un viejo transistor, Valentina y El Capitán Tan moldeados en plástico, una goma de pelo de segunda o cuarta mano y una pastilla rancia de jabón se exhiben en el suelo a medio colocar; será porque su dueño confía en que salte un comprador. En 11.284 metros cuadrados de feria sin techar se admite cualquier cosa. Mucha moda, a ratos sólo cierta ley y un toque trapichero. Sin él, el Rastro sería- otra cosa.En la bisutería, las tendencias agrandan los collares y achican los zarcillos. Dos vueltas al pasado en la misma mañana de domingo, la exquisita mercancía de los anticuarios y la invasión hippy en el vestir. Camisetas desteñidas a propósito, una 1.000 pesetas, dos por 1.500. Son tenderos de raza. Mohamed vende chupas decoradas con toda una lección de anatomía: ocho calaveras en las mangas y todo el esqueleto en la espalda. 4.500 pesetas de una piel que y' puede ser buena para proteger del frío a tanto hueso. Camperas, Levi's genuinos, a.6.000. Mohamed sabe, mucho del oficio. Empezó callejeando por Madrid, con la bandeja llena de relojes y una alfombra al hombro * Doce años después tiene varios puestos fijos en un par de mercadillos, a base de pagar muchos impuestos.

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Hay chalecos miniatura, 1.500 talla cero, gabardinas por menos de mil duros y floristerías con plantas siempremuertas. "Se venden sobre todo en noviembre, por los Santos". Margaritas blancas, de tela, 200 el ramo. Superoferta: una hortensia de plástico morada y reventona, 150. En la calle de Embajadores están los almacenes El Remate, paraíso del chándal y el calcetín de montaña. De vuelta hacia la plaza de Cascorro, además de la piel mal curtida de los bolsos, se huele el porvenir. Perfumes astrológicos, 1.500. Al lado, pendientes antialérgicos para perforar sin dolor orejas vírgenes, 600 pesetas.

En el número 19 de la calle de la Ruda está la tienda de Fernando Campuzano, El Ruso. Un paraíso donde el fumador encuentra de todo menos tabaco. Su fuerte son los papelillos de liar, que ha coleccionado hasta las casi cinco mil marcas. Tiene petacas, mecheros, narguiles, licoreras, navajas desmontables y cuchillos nepalíes.

La plaza del Campillo y la de Vara del Rey, que también abren los sábados, compiten por ser el reino del baratillo. En la primera se vocea poco y se pule más. La ropa tiene marca, pero falta la etiqueta. Radios de coche y otros. accesorios expósitos o raptados. "Blusita, 2.500, de la calle de Serrano, pantalón de marca, sólo tengo la cuarenta"... Hay tanto cangallero como coleccionista infatigable. Una revista Semana con la boda de El Cordobés o la luna de miel del madridista Santillana, 100 pesetas. Un ejemplar de Play Boy o Puritan sube hasta 200, y un vídeo indiscutiblemente porno a juzgar por la felación de la portada, 1.600. Es el plus de la concupiscencia. Porque inocentes son las piezas más buscadas de la plaza, los cromos números 210 y 220 de la colección La sirenita, que alcanzan en reventa el precio de 100 pesetas.

En la misma plaza que pululan los mauleros hay sitio para algún que otro redentor. "Amor para todos, odio para nadie", rezan las tarjetas de presentación de Fazal Elahi Qamar. Un Corán vestido de piel sintética, 3.000. Para otros, el catecismo está un poco más arriba, sepultado entre una serie de cuentos orientales, Los muertos vuelven, con censura eclesiástica, 500 pesetas; publicaciones rusas traducidas, ciencia-ficción titulada Café Molecular... El propietario de tanto extraño tebeo se llama Jesús Giménez, pero responde al nombre de Vaquero. A su clientela no le sorprende verle vestido de Rintintín. Al lado, entre una oferta de mecheros y un surtido de patucos de ganchillo, se venden podómetros. Su mecanismo, a golpe de cadera, detalla paso a paso cada caminata con sólo ajustarlo al cinturón.

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Vida sana, como la que promete Miguel Hemández, profesor de EGB, naturista y aficionado a la alquimia. En las bolsitas de sales preparadas por él mismo hay 53 elementos prescritos para los nervios, la artrosis, las varices, cualquier trastorno de dermis y epidermis, hinchazón de barriga y sabañones.

La plaza de Vara del Rey es la de los minerales, los gitanos y los modernos. Desaparecida la entrañable Bobia, es en los bares de la plaza donde el aperitivo invade las horas del café una vez que el Rastro se acaba de plegar sobre sí mismo. Una morenaza regala secretos de alcoba, "si quieres tener al marido contento, compra este pijama y lo tendrás bien adentro". A ras del suelo se vende ropa usada; el segundo tomo de Madame Bobary, 100 pesetas; una serie de libros de derecho, cremas hidratantes, perfumes, quitaesmaltes, un altavoz de coche, dos pelotas de tenis despeluchadas y una guía de jardinería de 1976.

Son los típicos lotes del Rastro más antiguo, el de la ley de

pancada: venderlo todo junto y en montón. En Mira el Río Alta se ofertan dos medallas deportivas, una caja de condones, una sartén y carnés de identidad con la foto de Franco o de Tejero. En la calle de Rodríguez de Vergara, pantalones a 500, vestido y chaqueta antiguos, 1.000. Dos gomas de pelo, cuatro pilas, unas orejeras rosas y un envase de hilo dental, 500 todo. Un tocadiscos que suena por la tapa, 500, y, colgado de un farol, un traje de novia espera pretendiente. No tiene velo ni cola. Son 3.000. "Seguro que lo vendo en carnaval".Y sigue la ganga. Juego de té para seis de Duralex jurásico, en color verde botella, 300 pesetas. Alguien ha convertido el capó de su coche en mostrador y enseña un calendario de Tom Cruise de 1990 a 100 pesetas.

Ana en la plancha y Carlota en el etiquetado, las chicas de Marmota practican el ecologismo textil. Buscan, comparan, compran, arreglan y limpian la ropa antes de ponerla a la venta. Entre su clientela, Rossy de Palma, Paco Clavel, Javier Andreu, Modesto Lomba... Justo en el lado par de la misma calle de Mira el Río Baja se encuenta El Transformista. No es exactamente un taller. Sus dueños, Julián García y Carlos Mejía, sólo tratan con objetos especiales. Sólo arreglan aquéllo que promete. Se han comprado, por ejemplo, una colección de hormas de sombreros, han forrado con plástico brillante un par de sillones y exponen una chimenea de los sesenta adornada con bisontes de Altamira. Con dos tiendas más a la vuelta de la esquina, dominan la historia contemporánea del mueble de diseño.

Si en estas calles el Rastro parece un pedazo del East Village neoyorquino, Fray Ceferino González es un empinado callejón donde el gran bazar se convierte en recova. Los perritos buscan amo asomando el hocico por las solapas. Un foxterrier está en 10.000. Matrimonio de pollo enano americano, 1.600. Gallinas y parajitos. Todo se compra y se vende, menos la cabra equilibrista de los cíngaros. Pero será porque nadie les ha hecho todavía una buena oferta.

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