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"Me van a dar por loco y no me pasará nada", afirma el mendigo homicida

"[Los jueces] me van a dar por loco y no me pasará nada". Con esta sorprendente lucidez se expresó ayer desde su celda Francisco G., el mendigo psicópata que ha confesado haber asesinado a 11 personas en Madrid durante los últimos años. Francisco, de 39 años, que se encuentra recluido en el hospital psiquiátrico de Carabanchel, hizo este comentario a un abogado del despacho de José Emilio Rodríguez Menéndez que le visitó en la prisión de Carabanchel para hacerse cargo de su defensa. El vagabundo advirtió al letrado que no tenía dinero para pagar sus honorarios.

"En un principio, dado su truculento historial delictivo, algunos compañeros del despacho se resistieron; pero al final decidimos que sí le defenderíamos", indicaron fuentes del despacho de Rodríguez Menéndez.Aparentemente, Francisco G. no levanta ninguna peligrosidad; hace la misma vida penitenciaria que los demás reclusos y no ha sido sometido a ningún régimen especial", explicó el letrado. "Tiene el aspecto de un hombre hecho polvo, gastado, quizá por la forma de vida que ha llevado: la mendicidad; es difícil incluso calcular su edad".

Entretanto, ya han comenzado a aglutinarse en el Juzgado de Instrucción número 26 de Madrid algunas de las causas penales que pesan sobre su espaldas. Antes estaban dispersas bajo el epígrafe de homicidio sin autor conocido.

Nuevas víctimas

La policía ha verificado ya ocho de los crímenes confesados por el vagabundo. Sin embargo, Francisco indicó tras su detención que hay otras tres víctimas más en un profundo pozo próximo a la M-30. La policía lleva varios días rastreando el lugar. Hasta ayer no había encontrado nada, aunque los agentes están convencidos de que no miente.Francisco está considerado por la policía como el primer asesino en serie que ha matado en Madrid. "Sentía un impulso irrefrenable [para matar]", declaró a la policía. El historial criminal de este mendigo sólo es comparable, en Madrid, al de Manuel Delgado Villegas, El Arropiero, a quien se le han llegado a imputar 22 homicidios.

El nexo de casi todos sus crímenes tenían un tinte sexual (ver El PAÍS del pasado 30 de diciembre). Gran parte de las víctimas eran también mendigos. Tras matarlos a traición, con golpes en la cabeza o cuchilladas, solía mutilar sus cuerpos y, en ocasiones, los quemaba tras venerarlos como objeto de deseo sexual.

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