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Reportaje:

El tren que pita más que anda

El ferrocarril de Navidad tarda más de una hora en recorrer un trayecto que apenas supera el kilómetro

Vicente González Olaya

El Tren de Navidad no tiene prisa. Ayer tardó en recorrer la distancia que separa la estación de Atocha de la de Delicias una hora y veinte minutos. Da muchos rodeos, lanza al aire grandes nubes de vapor y termina su trayecto a escasos metros de una exposición de recortables. Del 28 de diciembre hasta el 5 de enero, el Tren de Navidad divertirá a quien lo tome."Me dicen que problemas técnicos retrasarán unos minutos nuestra salida", decía ayer (día de su presentación a la prensa) un directivo de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. El histórico Tren de la Fresa, reconvertido para la ocasión en Tren de Navidad, no tenía vía libre para emprender su corto recorrido. Veinte minutos después de la hora prevista, todos los pasajeros estaban acomodados sobre los viejos asientos de madera y esperando a que el jefe de estación diese su permiso a la vieja máquina. El vapor de la locomotora Mikado inundaba, mientras tanto, los andenes.

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Los vagones, repletos de periodistas, curiosos, miembros de asociaciones de aficionados al ferrocarril y directivos de Renfe, comenzaron a moverse. A una velocidad de 50 kilómetros por hora, el tren fijó rumbo a Villaverde Bajo. A ambos lados de las vías quedaban zonas industriales, barrios obreros y viejos edificios ferroviarios ya en desuso. El tren, que nunca superaba esa velocidad, a pesar de ser conducido por uno de los especialistas del AVE, llegó a Villaverde a las 12.05. "Pues no hemos corrido mucho para llegar aquí. Por cierto, ¿por qué estamos en Villaverde si íbamos al museo?", decía algún pasajero. "Es que esta estación es la única en donde puede dar la vuelta para enlazar con el ramal de Delicias" se le respondía.

A la una y diez, el viejo Tren de Navidad llegó a la esperada estación madrileña. Sus andenes, convertidos ahora en Museo Nacional Ferroviario, se tragaron los cuatro vagones de madera y al aluvión de pasajeros que los acompañaba. "Mira cuántos trenes rotos hay junto al museo", señalaba una mujer.

A las puertas del museo, varios trenes destrozados se acumulan en las vías auxiliares. "Es que no tenemos suficiente presupuesto para repararlos todos", comentaba Montserrat Illa, su directora. Esta institución, con un presupuesto de 70 millones, dedica 15 a la vigilancia de las instalaciones. "La culpa de los destrozos la tienen los gamberros", señalaba el presidente de la Asociación de Amigos del Ferrocarril, José Luis Moratinos.

El resto de los invitados, sin embargo, no reparó en los estropeados vagones. Entraron en un abarrotado museo, donde las máquinas de ferrocarril se acumulan en las vías. "Si pudiera me desharía de algunas porque aquí apenas queda sitio para tantas", decía Illa.

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Los responsables del museo,que reconocen la falta de medios que les impide llevar a cabo determinados proyectos, se han visto obligados a cobrar la entrada. Desde hoy se han fijado unos precios de 400 pesetas para los adultos y 200 para los niños. Su directora explica: "Nos hemos adelantado algunos días a las órdenes del ministerio y a la directiva comunitaria que obliga al paso por taquilla". Hasta ayer, la entrada era gratuita.

Faltan guías

El museo tiene entre sus cometidos la recuperación y exhibición del patrimonio ferroviario. Su exposición permanente se distribuye entre una gran nave acristalada y varias salas modelismo. En la nave central se acumulan unos cuarenta vehículos, entre locomotoras y coches de viajeros. En las salas interiores se exponen maquetas animadas y estáticas.Sin embargo, y a pesar de la importancia del material expuesto, no hay guías que den explicaciones sobre lo contemplado. "Sólo si se viene en grupo podemos poner un guía a disposición del público", afirma Montserrat Illa. Actualmente, sólo unos carteles con explicaciones técnicas ayudan al visitante a conocer el material.

La dirección del museo tiene prevista también la creación de una sala audiovisual, un taller para jóvenes y la rehabilitación de algunas dependencias. "Queremos un museo vivo y activo, en el que los niños puedan jugar al tiempo que conocen el apasionante mundo de los trenes", afirma Illa.

Los que tomen el Tren de Navidad, tras el pago de 600 pesetas para los adultos y 400 los niños, podrán visitar el museo, contemplar una exposición temporal de 138 recortables y montarse en un tren que pita más que anda.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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