En la muerte de Burgess

Cuando el 26 de noviembre leí la portada de EL PAÍS como cada día, me encontré con la noticia de la muerte de Anthony Burgess. Sinceramente, lo sentí mucho. Había leído algunos de los libros de su obra, pocos, porque su obra es ingente. El señor Burgess me gustaba. Era ameno, original, irónico, insolente, coherente, sólido. Muchas veces, cuando hojeaba las páginas de EL PAÍS, buscaba ansiosamente un artículo firmado por el señor Burgess. El me ayudó en algunos momentos difíciles. La claridad con que analizaba la vida me ayudaba a entender cosas que yo tan sólo intuía y que me angustiaban porque yo no sabía traducir mi pensamiento con las palabras precisas con que él lo hacía. Con el transcurrir del tiempo llegué a sentir un gran afecto por el señor Burgess, y es por eso que ahora le pediría que considere la posibilidad de editar todos los artículos que el señor Burgess publicó en el diario EL PAÍS. No sé si será posible (no sé si hay alguna editorial que tenga la exclusiva de la publicación de sus escritos), pero si fuera posible sería un inmenso motivo de alegría para mí y para muchos otros lectores del diario que usted dirige, estoy seguro de ello. Aprovecho la ocasión para dar las gracias a EL PAÍS por haber tenido la inteligencia de haber contado con Anthony Burgess entre sus colaboradores. Descanse en paz este católico que no creía en la vida eterna.-